La descarbonización del planeta es un hecho que se puede constatar en diversos campos de trabajo, en los que todavía queda por solucionar algunos retos planteados para una transición energética sostenible. Los estudios de innovación en desarrollo nos permitirán, por ejemplo, construir casas o carreteras con cemento o alquitrán capaz de capturar CO2 y eliminarlo de la atmósfera disminuyendo la huella de carbono; comprar un colchón fabricado con espuma de poliuretano sintetizado a partir de CO2 reutilizado, o bien comer productos de agricultura totalmente sostenible y autosuficiente, en la que se han utilizado fertilizantes para su cultivo derivados de CO2.
En el caso concreto del sector del transporte, el futuro de la movilidad sostenible ya está aquí. Inspirarse en cómo las plantas y los microbios convierten el CO2 en energía, puede permitir la obtención de biocombustibles capaces de satisfacer nuestra creciente necesidad energética para un transporte sostenible del futuro. Y es que en escasos años (alrededor del año 2030), el desarrollo de las tecnologías de utilización de CO2 nos permitirá viajar en un avión cuyo combustible (queroseno) se haya sintetizado a partir de CO2, así como obtener combustibles sintéticos para camiones derivados de CO2, reduciéndose la dependencia de los combustibles fósiles.
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