Los pedidos de las naciones ricas para que las economías en desarrollo aceleren la transición energética para frenar el cambio climático han tropezado durante años con un mismo problema: la falta de dinero.
Cambiar de fuentes de energía contaminantes a limpias requiere de millones de dólares que estos países necesitan destinar para atender las necesidades de sus poblaciones a corto plazo, lo que limita la cantidad de recursos que pueden destinar a un problema como el calentamiento global que es grave, pero cuyas consecuencias más negativas tenderán a ser más apremiantes en el medio y largo plazo, cuando -según temen los científicos- ya el daño al planeta podría ser irreparable.
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