Aunque la electricidad es necesaria para casi todas las actividades económicas modernas, en el África subsahariana el acceso a la energía es limitado: más de 640 millones no están conectados al suministro eléctrico. Si se mantiene el ritmo habitual, junto con el aumento de la población, 530 millones de personas seguirán sin electricidad en 2030 (el 90% de la cifra mundial). El objetivo general en África es, por tanto, aumentar el acceso a la energía como factor fundamental de resiliencia, lo que generará beneficios en toda la economía y aprovechará las abundantes dotaciones renovables ante la caída de los precios de las energías renovables. Además, en los lugares donde hay acceso a la electricidad, el suministro suele ser deficiente y los fallos pueden verse exacerbados por los cambios climáticos. Por ejemplo, las recientes e inusuales sequías prolongadas en la cuenca del río Zambeze han provocado periodos prolongados de escasez de energía en sus centrales hidroeléctricas, lo que causa grandes pérdidas económicas. sí pues, la resiliencia es importante en todos los proyectos de infraestructuras en red, y en los servicios de electricidad en concreto, y particularmente en aquellos que prestan servicios críticos en el contexto de un sistema eléctrico. La prestación de servicios resilientes significa que los usuarios finales (empresas, hogares, infraestructuras comunitarias) sufren interrupciones mínimas en los servicios de electricidad, incluso si ciertos aspectos del sistema sufren daños o fallos. Los proyectos energéticos resilientes están diseñados para seguir prestando servicios incluso ante riesgos climáticos como inundaciones, corrimientos de tierra, ciclones y tormentas, y otros factores de estrés. Si no se tienen en cuenta en el diseño y el funcionamiento del proyecto, los efectos de estos fenómenos pueden provocar la pérdida de electricidad e ingresos y costosas reparaciones. En última instancia, la integración de la resiliencia en una fase temprana del diseño y la ejecución de los proyectos protege las inversiones y aporta beneficios duraderos. Los costos directos derivados de la reducción del uso de la energía y la pérdida de ventas -por no mencionar la pérdida de vidas y medios de subsistencia- se estiman en 120.000 millones de dólares anuales en los países de renta baja y media. En muchas partes de África, las pérdidas derivadas de la reducción del uso de infraestructuras interrumpidas superan el 0,8%, una cifra superior a la de la mayoría de las demás regiones del mundo.
Los riesgos climáticos que pueden afectar al sector energético incluyen cambios en la temperatura del aire, las precipitaciones, la radiación, la velocidad del viento, la humedad y, a su vez, la escorrentía, la nubosidad, la densidad del viento, el rendimiento de la biomasa, la temperatura del agua y la temperatura del aire. Afortunadamente, abundan las oportunidades para incorporar la resiliencia en los nuevos proyectos de infraestructuras. En la mayoría de los casos, las soluciones de ingeniería y a nivel de sistemas pueden reducir la vulnerabilidad de los activos energéticos a los factores de estrés y aumentar la confiabilidad general del servicio. Por ejemplo, los activos del sistema pueden construirse para resistir condiciones de peligro, lo que se conoce como endurecimiento. Un sistema puede diseñarse con redundancia para, por ejemplo, redirigir rápidamente la energía o incluir opciones de reserva como baterías, generadores diésel u otras tecnologías. Cuando los daños superan los niveles operativos, las reparaciones pueden acelerarse si los protocolos de gestión de catástrofes incluyen planes de reparación y recuperación como el almacenamiento de piezas, el acceso a personal formado y el acceso seguro a las instalaciones. Todas estas medidas aumentan la resistencia de los activos y sistemas energéticos críticos. El Banco Mundial creó y desplegó el Sistema de Calificación de la Resiliencia porque la planificación y las inversiones proactivas en resiliencia pueden tener efectos positivos a lo largo de la vida útil de los proyectos, tanto para el rendimiento financiero como para la prestación de servicios. La primera parte de la calificación de la resiliencia se refiere al proyecto: cómo se comporta bajo la presión de sucesos puntuales como un ciclón o una inundación, así como bajo la presión continua del cambio climático. La segunda parte es la resiliencia creada por un proyecto para el sector o los beneficiarios. En el sector energético, el refuerzo de la resiliencia de un proyecto puede incluir el endurecimiento de los activos, consideraciones sobre el emplazamiento, la planificación de emergencias, consideraciones sobre la cadena de suministro, etc. Los proyectos que aumentan la resiliencia incluyen los que incrementan el acceso a la electricidad y su fiabilidad, crean capacidad o mejoran el mantenimiento y los procedimientos de emergencia.
El informe aborda la necesidad de considerar y abordar los riesgos climáticos en el desarrollo y la implementación de proyectos de energía. Destaca la importancia de comprender cómo el cambio climático puede afectar a la infraestructura energética y cómo se pueden tomar medidas para mitigar estos riesgos.
El informe tambien propone varias estrategias para incorporar la resiliencia climática en proyectos energéticos, que incluyen la evaluación de vulnerabilidades climáticas, la planificación de la adaptación, la inversión en tecnologías y prácticas más sostenibles, y la colaboración entre diversos actores, como gobiernos, empresas y comunidades. En resumen, el informe aboga por la integración activa de consideraciones climáticas en el sector energético para garantizar la sostenibilidad y la resistencia a los impactos climáticos adversos en el futuro.
Para leer más ingrese a:
https://openknowledge.worldbank.org/entities/publication/d3cc57ed-27ba-4ecc-b022-2e48c197457c
https://openknowledge.worldbank.org/bitstreams/a0575487-dffc-4da7-be65-efdb8fecbc77/download