La transición energética es una realidad global. Y, de acuerdo con organizaciones internacionales, academia y gobiernos, las fuentes fósiles disminuirán su participación en la oferta mundial de energía. Se estima que, a mediados del presente siglo, se sitúen en el orden del 56%. Entre 2017 y 2047, se prevé que los patrones de transformación y uso de energía se modifiquen drásticamente y que la intensidad energética se reduzca a la mitad.
No obstante, aislado de la tendencia global, México aún no cuenta con una estrategia energética que atienda las consecuencias medioambientales del sector. El país requiere de un cambio de ruta en la conducción de la economía, la recaudación y la política macroeconómica. Tener un plan estratégico sostenible es indispensable y urgente.
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