A pesar de los ambiciosos objetivos de reducción de las emisiones de carbono fijados por los responsables políticos de todo el mundo, las inversiones actuales están muy por debajo del escenario de emisiones netas cero. En este artículo se analizan los factores que frenan la inversión ecológica de las empresas, prestando especial atención al papel de la capacidad de las empresas -en concreto, las limitaciones de financiación y las deficiencias de las prácticas de gestión ecológica- y su interacción con la política medioambiental. Combinando diversas técnicas econométricas, como modelos de datos de panel, ajustes de comparación por diferencias y enfoques de variables instrumentales, el análisis transnacional de las grandes empresas cotizadas muestra que: i) tanto las restricciones financieras como la falta de capacidad de gestión ecológica reducen la probabilidad de que las empresas inviertan en tecnologías ecológicas, lo que conduce a una mayor intensidad de emisiones; ii) las políticas medioambientales bien diseñadas pueden mitigar estos efectos. Un estudio de caso que utiliza datos más detallados sobre empresas portuguesas muestra además que: iii) la inversión verde es más elástica a las condiciones de financiación que otros tipos de inversión; iv) la inversión en tecnologías integradas es más sensible a las condiciones de financiación y a la capacidad de gestión que las soluciones de final de proceso. Por último, el documento analiza una amplia gama de opciones políticas que pueden considerarse para fomentar la transición ecológica mediante la mejora de la capacidad de las empresas. Sin embargo, hasta ahora los esfuerzos de inversión están muy lejos del escenario de emisiones cero. Entender por qué es así es vital para garantizar que se pueda movilizar la inversión necesaria para la transición ecológica. En medio de varias imperfecciones del mercado que podrían estar frenando la inversión respetuosa con el medio ambiente, este documento examina el papel de los factores organizativos y financieros en la configuración de la inversión de las empresas en tecnologías con bajas emisiones de carbono. Debido a sus características específicas (por ejemplo, costos fijos y riesgos elevados, asimetrías de información), la inversión en este tipo de tecnologías puede ser más difícil de financiar que la inversión en otras tecnologías más consolidadas. Del mismo modo, la inversión en tecnologías verdes que son más nuevas y arriesgadas puede retrasarse porque las empresas carecen de conocimientos suficientes sobre este tipo de inversión y sobre cómo gestionarla. Este documento analiza la interacción entre las restricciones financieras y las prácticas de gestión ecológica con los entornos macroeconómicos e institucionales, prestando especial atención al papel de la política medioambiental, a la hora de determinar la inversión ecológica de las empresas. Aunque se ha puesto en marcha una serie de políticas medioambientales para estimular la inversión que genera externalidades positivas, aún no está claro hasta qué punto son eficaces para mitigar las barreras a nivel de empresa. El presente estudio explora estas cuestiones a través de dos vías paralelas y complementarias, combinando un rico conjunto de fuentes de datos y técnicas econométricas, incluidos modelos de datos de panel, ajustes de diferenciales en diferencias y enfoques de variables instrumentales. En primer lugar, se analizan la inversión ecológica y las emisiones de las grandes empresas, que se ven más afectadas por la política medioambiental y para las que se dispone de datos transnacionales sobre inversión ecológica y resultados económicos. Los resultados sugieren que las limitaciones financieras o la falta de capacidad de gestión ecológica reducen sustancialmente la probabilidad de que las empresas inviertan en tecnologías ecológicas.
A su vez, la aplicación de una práctica de gestión ecológica aumenta la propensión a invertir en tecnologías ecológicas en 9,5 puntos porcentuales, es decir, en torno al 30% de la propensión media a invertir. A continuación, explorando el impacto mediador de las políticas medioambientales, los resultados muestran que el efecto negativo de las restricciones financieras sobre la inversión verde se reduce cuando existen políticas medioambientales estrictas basadas en el mercado (es decir, son sustitutas), mientras que el efecto positivo de las prácticas de gestión verde es mayor cuanto más generosas son las subvenciones públicas (es decir, son complementarias). En concreto, en contextos de bajo rigor de las políticas medioambientales, el efecto de tener restricciones financieras sobre la probabilidad de realizar inversiones ecológicas se estima entre 3,5 y 4 puntos porcentuales. Además, el análisis confirma que las empresas con limitaciones financieras son más intensivas en emisiones que las que no las tienen, y que la formación en gestión medioambiental está relacionada con una menor intensidad de emisiones. Estos dos puntos sugieren que una intervención política que mejore la capacidad organizativa y financiera de las empresas podría contribuir sustancialmente a la transición ecológica. Por último, se muestra que unas condiciones crediticias favorables podrían magnificar el impacto agregado de las inversiones ecológicas a nivel de empresa al permitir que las empresas que invierten en verde crezcan más que sus competidoras que no invierten en verde; en cambio, cuando las condiciones de financiación son restrictivas, la inversión en tecnologías verdes no favorece ni perjudica el crecimiento, posiblemente porque resulta más difícil realizar inversiones adicionales en otros sectores que pueden ser necesarias para prevalecer en el mercado. En segundo lugar, se realiza un estudio de caso de la inversión verde en Portugal, donde el acceso a datos granulares permite analizar más a fondo los distintos tipos de inversión y el impacto del tamaño de la empresa, en particular la huella de carbono de las PYME, para la que no es fácil disponer de datos transnacionales. Los resultados muestran que las grandes empresas representan la mayor parte de la inversión verde. Esto se debe posiblemente a que la inversión verde requiere una gran inversión inicial y, por tanto, recursos internos que es más probable que movilicen las grandes empresas. Al examinar los tipos de inversión, la inversión verde parece más elástica a las restricciones de financiación que otros tipos de inversión, lo que proporciona pruebas indirectas de que las características específicas (por ejemplo, costos fijos iniciales sustanciales, mayores riesgos o asimetría de la información) hacen que la financiación de la inversión verde sea más difícil. La inversión ecológica del sector privado tiende a no alcanzar los niveles necesarios para lograr los objetivos de emisiones cero por dos razones principales. En primer lugar, las externalidades positivas asociadas a ella no son plenamente internalizadas por las empresas, a pesar del papel cada vez más importante de las políticas medioambientales para alinear la tasa de rentabilidad social y privada de estas inversiones. En segundo lugar, incluso en ausencia de externalidades, según la teoría económica neoclásica, las empresas deberían invertir en todos los proyectos que tengan una tasa de rentabilidad privada superior al coste medio del capital. Sin embargo, cuando se trata de inversiones ecológicas en este tipo de proyectos, las empresas pueden encontrar más dificultades a la hora de identificar inversiones rentables y evaluar los riesgos, así como de movilizar capital para aprovechar las oportunidades identificadas.
El informe aborda la problemática de la sostenibilidad ambiental en la industria agrícola y propone soluciones innovadoras para mejorar la eficiencia y reducir el impacto ambiental de la producción de alimentos. El informe comienza destacando los desafíos que enfrenta la agricultura moderna, incluyendo la presión sobre los recursos naturales, la pérdida de biodiversidad y los efectos del cambio climático. Estos problemas han generado una creciente preocupación entre los consumidores y han impulsado la demanda de prácticas agrícolas más sostenibles. El informe examina diversas estrategias y tecnologías que pueden ayudar a hacer que la agricultura sea más sostenible. Se destacan en particular las prácticas de agricultura regenerativa, que se centran en mejorar la salud del suelo, aumentar la biodiversidad y reducir el uso de insumos químicos. Estas prácticas no solo tienen beneficios ambientales, como la captura de carbono y la conservación del agua, sino que también pueden aumentar la productividad y la resiliencia de los sistemas agrícolas. Además de las prácticas agrícolas, el informe también analiza el papel de la tecnología en la agricultura sostenible. Se destacan avances en áreas como la agricultura de precisión, la biotecnología y la inteligencia artificial, que pueden ayudar a optimizar el uso de recursos y reducir el desperdicio. Por ejemplo, la aplicación de sensores y drones en los campos puede proporcionar información detallada sobre el estado de los cultivos, permitiendo una gestión más eficiente de los recursos y una toma de decisiones más informada. El informe también aborda el papel de los consumidores y las políticas gubernamentales en la promoción de la agricultura sostenible. Se destaca la importancia de la educación y la sensibilización del público sobre los impactos ambientales de sus elecciones alimentarias, así como la necesidad de políticas que fomenten prácticas agrícolas más sostenibles, como subsidios para la agricultura orgánica o regulaciones sobre el uso de pesticidas. En resumen, el informe ofrece una visión integral de los desafíos y oportunidades en la búsqueda de una agricultura más sostenible. Al destacar tanto las prácticas agrícolas innovadoras como el papel de la tecnología y las políticas, el informe ofrece un marco sólido para avanzar hacia un sistema alimentario más saludable y respetuoso con el medio ambiente.
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