Las tasas de empleo y los salarios de las mujeres siguen estando por detrás de los de los hombres en los países de la OCDE, con unas diferencias medias de empleo y salario que rondan el 15% y el 12% respectivamente. Las diferencias se redujeron a un ritmo relativamente modesto en la última década, lo que exige nuevas medidas políticas. La falta de guarderías asequibles y de calidad es a menudo un obstáculo para la participación de las mujeres en el mercado laboral y, en particular, para trabajar a tiempo completo. Un reparto muy desigual del permiso parental entre los progenitores y los retos a la vuelta al trabajo dificultan aún más la carrera profesional de las mujeres. Los sesgos del sistema fiscal pueden disuadir a las mujeres de trabajar en algunos países. Las mujeres están en desventaja a la hora de acceder a puestos directivos y al espíritu empresarial. Hay una serie de políticas que pueden ayudar a reducir las diferencias de género, como la mejora de los servicios de guardería, los incentivos para que los padres compartan mejor el permiso parental, el reciclaje y la mejora de las cualificaciones a la vuelta del permiso parental, el fomento de la igualdad de género en las empresas, los programas de integración para las mujeres nacidas en el extranjero, la promoción del espíritu empresarial y la inclusión financiera de las mujeres, y la nivelación de la fiscalidad para los segundos perceptores de ingresos. Además, las múltiples dimensiones y causas profundas de la desigualdad de género exigen la integración de la perspectiva de género en todos los ámbitos políticos. La pandemia de COVID-19, la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania y la actual crisis del costo de la vida han afectado los ingresos, las oportunidades laborales y la seguridad de las mujeres. Factores de larga data, como el cambio climático, la transición digital y el envejecimiento de la población, también entrañan el riesgo de que aumenten las diferencias entre hombres y mujeres. Las mujeres son más vulnerables a las crisis económicas, pueden estar peor situadas para aprovechar las oportunidades asociadas a las transiciones ecológica y digital, ya que tienden a especializarse menos en conocimientos científicos que los hombres, y asumen una parte desproporcionada del cuidado de parientes ancianos. Este documento se basa en un amplio abanico de estudios previos de la OCDE sobre igualdad de género para documentar las brechas de género en el empleo y los salarios en los países de la OCDE, así como su evolución reciente y los factores subyacentes. A continuación, se examinan las políticas aplicadas por los gobiernos para combatir la desigualdad de género y se esbozan las líneas de actuación futuras. En general, las diferencias salariales y de empleo entre hombres y mujeres se han reducido a un ritmo relativamente modesto en la última década y siguen siendo significativas, por lo que es necesario adoptar nuevas medidas políticas.
Entre las áreas clave de progreso se incluyen: ampliar el acceso a servicios de guardería y educación infantil de calidad y hacerlos más asequibles; promover un mejor reparto del permiso parental entre los progenitores y facilitar la vuelta al trabajo a través de la formación; apoyar la promoción profesional equilibrada entre hombres y mujeres a través de la divulgación empresarial; promover el acceso de las mujeres a puestos directivos y a la iniciativa empresarial; abordar los sesgos en los sistemas fiscales y de pensiones; integrar mejor a las mujeres nacidas en el extranjero a través de programas adaptados al mercado laboral; mejorar la inclusión financiera de las mujeres; e integrar la perspectiva de género en todos los ámbitos políticos. Una menor desigualdad de género, medida por el índice Global Gender Gap del Foro Económico Mundial, se asocia generalmente a una mayor renta per cápita. La causalidad entre una mayor igualdad de género y unos mayores ingresos se da en ambas direcciones. Unos ingresos y un nivel de vida elevados generan más oportunidades para las mujeres, incluido un mejor acceso a la sanidad y la educación, así como la inclusión financiera, que son fundamentales para empoderar a las mujeres. Los niveles más altos de desarrollo económico también se asocian generalmente con más derechos y oportunidades económicas y políticas para las personas, especialmente las mujeres. La igualdad de género contribuye a un mayor bienestar principalmente reduciendo las diferencias en educación, salud, participación laboral y calidad del empleo. Una mayor igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres mejoraría la movilidad social, fomentaría la inclusión e impulsaría el crecimiento económico gracias a un mejor aprovechamiento del talento. La literatura apunta a un fuerte efecto de la igualdad de género en la renta nacional. A nivel macroeconómico, en un modelo de crecimiento con ahorro endógeno, fecundidad y participación en el mercado laboral calibrado en los Estados Unidos, un aumento del 50% en la brecha salarial de género conduce finalmente a una disminución del 35% en la renta per cápita en el estado estacionario (Cavalcanti y Tavares, 2016). La desigualdad de género también explica gran parte de la brecha de ingresos de algunos otros países con respecto a Estados Unidos. Otro estudio concluye que las brechas de género causan una pérdida media de ingresos del 15% en la OCDE, de la cual el 40% se debe a las brechas empresariales. La investigación de la OCDE a nivel de empresa muestra que las diferencias en la diversidad de género contribuyen significativamente a la brecha de productividad entre las empresas punteras, aquellas con los niveles más altos de productividad, y otras empresas. Una mayor igualdad de oportunidades y movilidad social puede fomentar un crecimiento más inclusivo y estable. Dada la relación entre los antecedentes parentales o socioeconómicos y los resultados educativos y salariales de su descendencia, mejores oportunidades para las mujeres pueden mejorar la movilidad social intergeneracional.
El informe se centra en la importancia de la igualdad de género como catalizador fundamental para el crecimiento económico y la capacidad de recuperación de las sociedades. En primer lugar, destaca cómo la participación equitativa de hombres y mujeres en la fuerza laboral contribuye significativamente al desarrollo económico sostenible. Reconoce que las disparidades de género en el acceso al empleo, la capacitación y las oportunidades profesionales son obstáculos que deben abordarse para lograr un progreso equitativo. demás, el informe resalta la relación entre la igualdad de género y la resiliencia económica, subrayando cómo las desigualdades de género pueden exacerbar la vulnerabilidad de las comunidades ante crisis económicas, pandemias u otros desafíos. Argumenta que promover la igualdad de género no solo es un imperativo ético, sino también una estrategia inteligente para fortalecer la capacidad de respuesta de una sociedad frente a situaciones de crisis. El documento proporciona ejemplos concretos y estudios de casos que ilustran cómo los países y las organizaciones han implementado políticas y programas exitosos para fomentar la igualdad de género. Destaca la importancia de medidas como la igualdad de remuneración, el acceso equitativo a la educación y la atención médica, así como el apoyo a la participación igualitaria en roles de liderazgo y toma de decisiones. En resumen, el informe subraya que la promoción de la igualdad de género no solo es un imperativo moral, sino también un motor crucial para el crecimiento económico sostenible y la resiliencia frente a desafíos futuros. Proporciona recomendaciones y ejemplos concretos para guiar a gobiernos, empresas y organizaciones en la implementación de políticas y prácticas que fomenten la igualdad de género y fortalezcan la base económica y social de una sociedad.
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