La metodología Building Information Modeling (BIM) ha redefinido la forma en que se conciben, diseñan, construyen y gestionan los proyectos de infraestructura. Su implementación no se limita a la adopción de herramientas digitales, sino que implica una transformación profunda en los procesos colaborativos, la gestión de información y la toma de decisiones. En este contexto, las directrices BIM no solo buscan estandarizar prácticas, sino también habilitar una transición hacia modelos constructivos más sostenibles, eficientes y alineados con los objetivos de descarbonización. Desde la fase de planificación, BIM permite anticipar impactos ambientales mediante simulaciones energéticas, análisis de ciclo de vida y evaluaciones de eficiencia. Al definir desde el inicio qué información se requiere, cómo se va a generar y qué nivel de detalle se espera en cada etapa, se facilita la identificación de materiales, sistemas y soluciones que reduzcan emisiones. Esta capacidad de modelar escenarios antes de construir permite tomar decisiones informadas que minimizan el consumo energético y optimizan el uso de recursos. Además, los modelos digitales actúan como contenedores de información que deben mantenerse consistentes, actualizados y accesibles. Para ello, se establecen protocolos de modelado con nomenclaturas estandarizadas, estructuras jerárquicas claras y criterios de validación. Estos elementos no solo garantizan la interoperabilidad entre disciplinas, sino que también permiten integrar datos ambientales, como huella de carbono, eficiencia térmica o potencial de reciclaje, en cada componente del proyecto.
La gestión de roles y responsabilidades también se aborda con precisión. Cada participante debe comprender su función dentro del ecosistema digital, desde modeladores hasta coordinadores BIM, pasando por gestores de información y revisores técnicos. Esta claridad facilita la trazabilidad de decisiones relacionadas con sostenibilidad, como la selección de materiales de bajo impacto o la incorporación de tecnologías renovables. Otro componente esencial es el entorno común de datos (CDE), que funciona como repositorio centralizado para almacenar, compartir y versionar información. Este espacio permite que todos los actores trabajen sobre datos confiables, incluyendo indicadores ambientales, simulaciones energéticas y estrategias de eficiencia. La gestión del CDE contempla permisos de acceso, flujos de aprobación y mecanismos de auditoría que aseguran la integridad de la información, lo cual es indispensable para reportes de sostenibilidad y certificaciones verdes. La interoperabilidad entre plataformas se facilita mediante el uso de formatos abiertos como IFC, que permiten transferir modelos sin pérdida de información. Esta práctica no solo mejora la eficiencia operativa, sino que también habilita la integración de herramientas especializadas en análisis ambiental, facilitando la evaluación de alternativas con menor impacto climático.
En cuanto a la documentación, se recomienda que los proyectos BIM incluyan matrices de responsabilidades, cronogramas de entregables y criterios de evaluación que incorporen metas de sostenibilidad. Estos documentos deben ser revisados periódicamente y ajustados según la evolución del proyecto, permitiendo una gestión dinámica que responda a los objetivos de descarbonización. La capacitación continua se considera indispensable. Los equipos deben estar preparados para enfrentar desafíos técnicos y metodológicos, incluyendo el uso de herramientas que permiten calcular emisiones, simular eficiencia energética y evaluar el desempeño ambiental de los diseños. Para ello, se promueven programas de formación, sesiones de retroalimentación y espacios de intercambio de buenas prácticas.
Se destaca la importancia de la evaluación post-proyecto. Analizar los resultados obtenidos, documentar lecciones aprendidas y retroalimentar futuras implementaciones permite consolidar una cultura de mejora continua. Esta reflexión es especialmente relevante para medir el impacto ambiental real de las decisiones tomadas durante el diseño y la construcción, y para ajustar estrategias en función de los resultados. Estas directrices ofrecen un marco estructurado que no solo mejora la calidad técnica de los proyectos, sino que también habilita una transición hacia modelos constructivos más sostenibles. BIM se convierte así en una herramienta estratégica para avanzar hacia la descarbonización del sector de la construcción, integrando tecnología, colaboración y visión ambiental desde las primeras etapas del proyecto.
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