Las ecosistemas de carbono azul, incluyendo manglares, praderas marinas y marismas de agua salada, representan una de las reservas de carbono más eficientes del planeta, debido a que almacenan grandes cantidades de carbono en sus suelos y biomasa. Esto no solo contribuye a mitigar el cambio climático, sino que también ofrece beneficios adicionales para la protección de las zonas costeras y la conservación de la biodiversidad. La identificación, protección y restauración de estas áreas se consideran acciones prioritarias en las estrategias de adaptación y mitigación basadas en la naturaleza, que buscan fortalecer la resiliencia de las comunidades costeras ante eventos climáticos extremos y la subida del nivel del mar.
Para integrar estas ecosistemas en las políticas nacionales de cambio climático, resulta fundamental alinearlas con los compromisos de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) y los Planes de Acción Nacional (NAP). Esto implica, primero, construir capacidades dentro de los países para recopilar datos precisos sobre la extensión, el estado y la capacidad de secuestro de carbono de los ecosistemas de carbono azul. Herramientas como los mapas de cobertura de manglares y las metodologías de inventario internacionales facilitan la cuantificación del aporte de estos ecosistemas a las metas nacionales de reducción de emisiones y aumento de la resiliencia costera. Asimismo, la formulación de políticas coherentes resulta esencial para garantizar la protección efectiva, el manejo sostenible y la restauración de los ecosistemas de carbono azul. Es necesario desarrollar estrategias nacionales específicas que promuevan la conservación, eviten la conversión de estos hábitats en áreas urbanas o agrícolas, y fomenten enfoques basados en la gestión participativa con las comunidades locales. La implementación de marcos regulatorios adecuados y la integración de estos ecosistemas en la planificación espacial y los programas de protección contribuyen a reducir las pérdidas y asegurar beneficios tanto ambientales como socioeconómicos.
La financiación desempeña un papel importante en la expansión de las acciones relacionadas con los ecosistemas de carbono azul. La incorporación de incentivos económicos en los mercados de carbono, así como el establecimiento de mecanismos financieros innovadores, permite movilizar recursos a largo plazo. La creación de un sistema que integre los beneficios económicos con los objetivos climáticos ayuda a atraer inversiones e impulsa proyectos de restauración y conservación. Los instrumentos financieros, además, pueden facilitar la relación entre los países y los actores privados interesados en apoyar estos esfuerzos. Por otra parte, la monitoreo y evaluación de las acciones toman una relevancia significativa, dado que generan información que permite ajustar estrategias y aumentar la efectividad de las intervenciones. La utilización de tecnologías como los sensores remotos y el análisis de datos permite a los países verificar el avance de sus metas, como la protección de áreas específicas y el aumento en la fotosíntesis de los hábitats. La evaluación continua también ayuda a identificar las áreas de mejora, a entender mejor las dinámicas socioambientales y a definir acciones que maximicen los beneficios sin comprometer los recursos naturales ni afectar las comunidades.
La cooperación internacional aparece como un factor decisivo, dado que muchos ecosistemas de carbono azul se extienden más allá de las fronteras nacionales. La cooperación regional y la firma de acuerdos internacionales facilitan la conservación de áreas contiguas y la implementación de acciones conjuntas que optimicen los resultados. Además, la transparencia en la información y la compartición de conocimientos permiten aprender de experiencias exitosas, ajustar metodologías y fortalecer los marcos regulatorios globales e nacionales. Abordar las acciones relacionadas con los ecosistemas de carbono azul demanda un enfoque integral que combine la generación de conocimiento, el fortalecimiento de políticas, la movilización de recursos y la cooperación internacional. Incorporarlos en las estrategias de cambio climático no solo ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también propicia beneficios sociales y ecológicos, promoviendo el bienestar de las comunidades costeras y la conservación de la biodiversidad en estos hábitats especializados.
Para leer más ingrese a:
https://www.wri.org/research/unlocking-potential-blue-carbon-ecosystems-national-climate-policy
https://files.wri.org/d8/s3fs-public/2025-09/safeguarding-blue-carbon-ecosystems.pdf