La transición energética global está generando una presión sin precedentes sobre las redes eléctricas. El crecimiento acelerado de la demanda, impulsado por la electrificación de sectores como transporte, industria y calefacción, se suma a la expansión de las energías renovables, lo que exige una transformación estructural en la infraestructura de transmisión. Las redes actuales, muchas de ellas envejecidas y diseñadas para flujos unidireccionales, no están preparadas para integrar de manera eficiente la generación distribuida ni para responder a la variabilidad de fuentes como la solar y la eólica. En este contexto, se requiere una expansión masiva de redes eléctricas, estimada en más de 80 millones de kilómetros para 2040. Este desafío técnico y logístico implica no solo construir nuevas líneas, sino también modernizar las existentes, incorporar tecnologías digitales y garantizar la interoperabilidad entre sistemas. Para lograrlo, es necesario abordar simultáneamente aspectos de planificación, financiamiento, cadenas de suministro y capacidades humanas.
La planificación debe ser anticipada, coherente y programática. En lugar de abordar proyectos de forma aislada, se propone una visión de largo plazo que articule generación, demanda y desarrollo transfronterizo. Esta perspectiva permite identificar zonas prioritarias, acelerar permisos y fomentar inversiones anticipadas. Además, el involucramiento temprano de comunidades locales y actores relevantes facilita la aceptación social y reduce los conflictos durante la ejecución. La transparencia en la comunicación y la consideración de impactos ambientales y sociales son elementos que fortalecen la legitimidad de los proyectos. El financiamiento representa otro eje estratégico. Aunque la inversión pública ha sido predominante, se busca ampliar la participación privada mediante esquemas que ofrezcan retornos atractivos y reduzcan el costo de capital. En economías emergentes, la dificultad para estructurar proyectos bancables limita el acceso a financiamiento, lo que demanda soluciones como el uso de instrumentos concesionales en moneda local, asociaciones público-privadas y modelos híbridos que combinen objetivos de desarrollo con rentabilidad. La estabilidad normativa y la previsibilidad regulatoria son condiciones necesarias para atraer inversión sostenida.
Las cadenas de suministro enfrentan presiones crecientes por la escasez de materiales críticos, la capacidad limitada de manufactura y los riesgos geopolíticos. Superar estas barreras implica redefinir las relaciones entre desarrolladores y proveedores, adoptar modelos contractuales innovadores y utilizar estándares técnicos que permitan modularizar diseños, reducir variaciones innecesarias y acelerar la ejecución. La estandarización también contribuye a mejorar la seguridad, la interoperabilidad y la competitividad de los proyectos. El componente humano es igualmente determinante. La escasez de talento especializado, sumada a la evolución de los perfiles requeridos, exige estrategias de formación, reconversión y atracción. La colaboración entre actores públicos y privados puede facilitar el diseño de programas de capacitación adaptados a las necesidades del sector. Además, garantizar condiciones adecuadas en zonas rurales donde se desarrollan muchos de estos proyectos resulta esencial para atraer y retener personal calificado. La infraestructura social, como transporte, vivienda y servicios básicos, debe ser considerada desde la etapa de planificación.
La electrificación creciente y el avance de las renovables demandan una respuesta estructural. La experiencia acumulada en proyectos exitosos demuestra que es posible cumplir con los objetivos si se abordan de manera integrada los factores técnicos, sociales, económicos y regulatorios que intervienen en cada etapa del proceso. La transición energética no depende únicamente de la generación limpia, sino de la capacidad de conectar esa energía con los usuarios de forma segura, eficiente y sostenible. Las redes eléctricas, por tanto, se convierten en el eje articulador de un sistema energético más resiliente y equitativo.
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