El análisis de los planes de energía y clima de Estonia y Eslovaquia revela un esfuerzo conjunto por partir de objetivos ambiciosos y establecer estrategias para avanzar hacia una economía descarbonizada. Ambos países consideran diversos aspectos de la transición energética, incluyendo la reducción de emisiones, la ampliación de energías renovables, la eficiencia energética y la preparación para los desafíos asociados con el cambio climático.
En el caso de Estonia, se proyecta una disminución del 24% en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 en comparación con niveles de 2005, aunque existe una tendencia que indica que los resultados podrían estar ligeramente por debajo de este objetivo. La estrategia contempla la expansión significativa de las energías renovables, con una meta de que aproximadamente el 65% de su matriz energética provenga de fuentes renovables en ese mismo horizonte. Esto implica no solo incrementar la capacidad instalada, sino también mejorar la integración de las energías renovables en el sistema, así como promover el autoconsumo y las comunidades energéticas que faciliten una participación activa de los consumidores en la generación y gestión de energía. Por otro lado, en materia de eficiencia energética, Estonia ha establecido metas específicas de ahorro y ha puesto en marcha programas destinados a reducir el consumo en edificios públicos y privados, promoviendo además la digitalización y el empleo de instrumentos financieros innovadores para facilitar inversiones. A pesar de estos esfuerzos, existen áreas donde las metas tasadas aún no se cuantifican del todo o no presentan progresos claros, especialmente en la evaluación del impacto de las políticas propuestas. La planificación también contempla aspectos relacionados con la inversión en investigación e innovación, con miras a apoyar tecnologías limpias y fortalecer su competitividad en sectores estratégicos, aunque la coordinación y financiación de estos proyectos todavía requiere mayor claridad.
Eslovaquia, por su parte, prioriza en sus planes una reducción moderada en las emisiones, con una meta de disminuir en torno a un 20% para 2030 respecto a 2005. Sin embargo, la base analítica que sustenta estos compromisos no siempre ofrece una evaluación exhaustiva del impacto económico y fiscal, lo que genera dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo de las políticas adoptadas. En cuanto a la incorporación de energías renovables, el país establece líneas de acción para incrementar la participación de estas en la matriz energética, pero las metas específicas aún no están claramente delineadas en todos los ámbitos. Además, en aspectos relacionados con el financiamiento y la inversión, ambos países enfrentan desafíos en la estimación de las necesidades totales, aunque Estonia ha presentado cifras parciales que detallan magnitudes relevantes. Sin embargo, la planificación financiera requiere una evaluación más profunda para determinar posibles brechas y definir mecanismos que garanticen la continuidad y eficacia de las inversiones. La innovación y la competitividad también son consideraciones presentes en los planes, con énfasis en la participación en programas europeos y en el desarrollo de tecnologías que permitan una transición más eficiente, aunque aún existen maneras de fortalecer la coordinación entre diferentes acciones y recursos disponibles.
La participación pública en la formulación de estos planes presenta áreas de mejora, especialmente en la incorporación de aportes diversos de actores sociales y económicos. La consulta, en algunos casos, se limita a un proceso general, sin detallar cómo se integraron las opiniones y resultados en las políticas finales. Asimismo, las acciones de cooperación regional todavía muestran potencial para amplificarse, fomentando alianzas más estrechas y proyectos conjuntos que puedan favorecer una integración más efectiva en el mercado energético del área, especialmente en lo referente a la seguridad del suministro y la interconectividad. Los planes trazan un marco para avanzar hacia una economía más sostenible, pero aún existe un margen importante en el que perfeccionar la planificación, fortalecer la evaluación de impactos y consolidar la participación de diferentes actores, de modo que estos compromisos puedan traducirse en resultados concretos a corto y largo plazo. La alineación con los instrumentos y políticas existentes, así como una mayor claridad en aspectos financieros y de innovación, serán determinantes para el éxito de las acciones propuestas.
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