La descarbonización de los sistemas de salud representa un reto urgente y una oportunidad para transformar la manera en que se conciben los servicios sanitarios. A medida que las emisiones asociadas al sector superan el 4% del total en los países de la OCDE, la presión por reducir su huella ambiental se entrelaza con la necesidad de mantener servicios eficientes y de calidad. En este contexto, se consolida una visión que entiende la sostenibilidad ambiental como una extensión de la sostenibilidad sanitaria y económica, donde reducir el desperdicio y la atención innecesaria se convierte en una estrategia que mejora simultáneamente la salud de las personas y del planeta.
Los hospitales concentran una proporción elevada de las emisiones del sistema, reflejo de su alta intensidad energética y material. Transitar hacia modelos de atención más cercanos a la comunidad, fortalecer la atención primaria y evitar hospitalizaciones prevenibles son medidas que permiten reducir las emisiones sin afectar la calidad asistencial. Las políticas orientadas a disminuir la atención de bajo valor no solo optimizan los recursos financieros, sino que también disminuyen el impacto ambiental al limitar el uso innecesario de insumos, energía y transporte. La relación entre eficiencia clínica y sostenibilidad se hace evidente cuando se demuestra que acortar estancias hospitalarias o reducir pruebas redundantes podría disminuir las emisiones asociadas a los hospitales en una cuarta parte. Además, la producción y el consumo de bienes médicos y farmacéuticos configuran un componente decisivo de la huella de carbono sanitaria. Cerca del 80% de las emisiones del sector provienen de las cadenas de suministro, lo que revela su profunda interdependencia global. Dado que gran parte de estos productos se fabrica fuera de los países donde se consumen, la descarbonización del sistema de salud requiere una mirada más amplia que trascienda el ámbito nacional. Promover adquisiciones públicas verdes, incorporar criterios ambientales en la contratación y fomentar estándares internacionales armonizados permitiría modificar la estructura productiva y reducir la intensidad emisora del sector.
Las alternativas tecnológicas ya disponibles evidencian que la transición es viable. Algunos gases anestésicos y dispositivos médicos pueden sustituirse por versiones con emisiones mucho menores sin alterar su efectividad clínica. Del mismo modo, el reemplazo de inhaladores presurizados por opciones de polvo seco o nebulizadores suaves demuestra que las decisiones clínicas informadas por criterios ambientales pueden generar beneficios tangibles sin incrementar los costos. Sin embargo, el avance de estas medidas depende de una mayor disponibilidad de datos y de la incorporación sistemática del impacto ambiental en las evaluaciones de tecnologías sanitarias. La acción climática también se extiende más allá de los límites del sistema de salud, conectándose con las políticas públicas que inciden sobre los determinantes sociales y ambientales de la salud. Cambiar los patrones de consumo alimentario hacia dietas saludables y sostenibles, promover la movilidad activa y disminuir la dependencia de combustibles fósiles en los hogares son estrategias que reducen emisiones y enfermedades crónicas al mismo tiempo. La adopción de dietas basadas en plantas, por ejemplo, podría evitar decenas de miles de muertes prematuras y reducir millones de toneladas de CO₂ equivalente cada año. Este tipo de políticas muestra cómo la mejora de la salud pública y la mitigación del cambio climático pueden avanzar en la misma dirección.
A pesar del progreso observado, muchos países todavía carecen de estructuras institucionales sólidas y financiamiento específico para implementar políticas de mitigación dentro del sector sanitario. La falta de datos comparables sobre emisiones y la ausencia de metodologías armonizadas limitan la capacidad de diseñar estrategias efectivas y de monitorear avances. Superar estos vacíos requiere fortalecer la cooperación internacional y desarrollar sistemas de información ambiental vinculados a los indicadores de desempeño sanitario. Solo integrando la sostenibilidad en la planificación, la gobernanza y las decisiones clínicas será posible reducir la huella ambiental del sector y consolidar sistemas de salud resilientes, eficientes y coherentes con los objetivos globales de descarbonización.
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