El sistema de transporte en Armenia se encuentra en un punto de inflexión debido al crecimiento del parque automotor, la expansión de la demanda de movilidad y el aumento de emisiones asociadas. Este contexto ha generado presiones sobre la infraestructura, deterioro en la calidad del aire urbano y una dependencia creciente de combustibles fósiles que expone al país a volatilidades externas. Frente a ello, la transformación del sector requiere una visión capaz de articular eficiencia energética, accesibilidad, seguridad vial y reducción de emisiones, de modo que el transporte acompañe un desarrollo más equilibrado y moderno. Diversos factores explican la situación actual. Por un lado, el incremento sostenido del uso del automóvil ha desplazado la participación del transporte público, lo que genera congestión y mayores tiempos de viaje. Por otro lado, la antigüedad de la flota, el predominio de tecnologías ineficientes y un marco regulatorio insuficiente para ordenar los servicios han limitado la posibilidad de ofrecer alternativas más atractivas para la población. Además, la expansión urbana sin una planificación orientada a la movilidad ha multiplicado los desplazamientos dependientes del automóvil.
A medida que los impactos ambientales y económicos se intensifican, se vuelve indispensable orientar el sector hacia un esquema más sostenible. La electrificación surge como una vía para disminuir las emisiones del transporte, especialmente en un país cuya matriz eléctrica posee un componente renovable significativo. Para avanzar en esta dirección se propone fortalecer la infraestructura de recarga, incentivar la adopción de vehículos eléctricos e integrar criterios de eficiencia en el diseño de políticas fiscales y de renovación vehicular. Esta transición también podría reducir la dependencia de combustibles importados y mejorar la resiliencia energética nacional. Junto con la electrificación, el fortalecimiento del transporte público constituye un pilar decisivo. La reorganización de rutas, la modernización de la flota de autobuses y la adopción de sistemas de gestión inteligente permitirían ofrecer un servicio más fiable, accesible y competitivo frente al uso del automóvil. Además, la renovación del sistema de minibuses, ampliamente extendido en áreas urbanas, abre la posibilidad de transitar hacia modelos integrados que favorezcan la eficiencia y reduzcan costos operativos. En paralelo, la mejora de condiciones para peatones y ciclistas resulta esencial para equilibrar las opciones de movilidad y promover un entorno urbano más saludable.
Asimismo, el país se enfrenta a retos de seguridad vial que demandan intervenciones inmediatas. Los índices de siniestralidad evidencian la necesidad de infraestructura más segura, controles más estrictos y campañas dirigidas a modificar patrones de comportamiento. La coordinación interinstitucional, la recopilación sistemática de datos y la creación de mecanismos de monitoreo permitirían evaluar avances y ajustar estrategias de forma continua. En el ámbito institucional, la reconfiguración del marco normativo se vuelve determinante para avanzar hacia un sistema más eficiente. La actualización de estándares, la definición de responsabilidades y la implementación de instrumentos de planificación nacional y municipal posibilitan una transición más ordenada. También es necesario fortalecer la capacidad técnica de las entidades públicas, mejorar la coordinación entre niveles de gobierno y fomentar la participación de actores privados en proyectos de movilidad sostenible.
En cuanto a la financiación, el despliegue de infraestructura eléctrica, la modernización del transporte público y la mejora de la seguridad vial requieren mecanismos capaces de atraer inversión y optimizar recursos. La combinación de fondos públicos, esquemas de cooperación internacional y modelos innovadores de financiamiento puede impulsar el proceso, siempre que se acompañe de políticas que den estabilidad a largo plazo. De este modo, la transición del transporte en Armenia depende de un enfoque que integre eficiencia, seguridad, electrificación y una reorganización profunda del sistema urbano. Al vincular estos elementos con la planificación territorial, la transformación adquiere un sentido más amplio, alineado con objetivos ambientales y de desarrollo que buscan mejorar la calidad de vida en todo el país.
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