La regulación de la IA avanza entre logros y desafíos a nivel global. Europa lidera con su Reglamento de IA, que clasifica riesgos y exige transparencia, aunque enfrenta presiones de grandes tecnológicas que buscan suavizar sus normas.
En Asia, China adopta estrictos controles estatales, pero estos priorizan la supervisión gubernamental por encima de la protección de derechos individuales.
En contraste, Estados Unidos carece de un marco federal, dejando que las empresas privadas establezcan las reglas en un entorno normativo fragmentado.
Casos como el de Cambridge Analytica han expuesto los riesgos de la autorregulación. Estas experiencias globales subrayan la necesidad urgente de marcos normativos sólidos para garantizar que la IA sirva al interés público, en lugar de reforzar intereses corporativos o estatales.
Canadá, pionero en derechos digitales, fue uno de los primeros países en desarrollar una Declaración de Impacto Algorítmico para evaluar los riesgos de los sistemas automatizados en el sector público.
El Reino Unido, con su Estrategia Nacional de IA, busca fomentar la innovación al tiempo que aborda preocupaciones éticas, aunque carece de un marco regulatorio vinculante como el europeo.
Australia, por su parte, ha implementado un Plan Nacional de IA centrado en principios de transparencia y equidad, pero enfrenta críticas por su limitada supervisión de aplicaciones comerciales.
En Corea del Sur, la regulación avanza con un enfoque proactivo: su Ley de Datos Personales, revisada en 2020, se considera una de las más estrictas de Asia, mientras que el gobierno promueve estándares éticos para el desarrollo y uso de IA, equilibrando la innovación tecnológica con la protección ciudadana
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