El estado de la infraestructura en Estados Unidos refleja una red compleja y vital que sustenta la vida diaria, la actividad económica y la competitividad global del país. Durante años, diversas redes, desde el transporte hasta el suministro de agua, han enfrentado un deterioro progresivo debido a la falta de inversión sostenida y planificación estratégica a largo plazo. La aprobación del Infrastructure Investment and Jobs Act (IIJA) en 2021 marcó un punto de inflexión, al representar el compromiso más significativo del gobierno federal hacia la modernización de los sistemas que hacen funcionar a las ciudades y comunidades.
A partir de esta inversión histórica, se han observado mejoras tangibles en áreas como transporte, agua, energía y gestión de residuos. Sin embargo, los avances no son uniformes. Aunque muchas categorías de infraestructura han visto mejoras en sus calificaciones, persisten desafíos que requieren esfuerzos continuos y coordinación entre los distintos niveles de gobierno, así como con el sector privado. En términos de transporte, el incremento en la inversión ha permitido modernizar carreteras, puentes y sistemas ferroviarios, lo que repercute directamente en la eficiencia de la movilidad de personas y mercancías. Aun así, la antigüedad de muchos activos y la congestión en áreas metropolitanas muestran que los recursos deben mantenerse y dirigirse con precisión.
La gestión del agua, tanto potable como residual, también ha recibido atención, dado su papel indispensable en la salud pública y la sostenibilidad ambiental. Mejoras en sistemas de tratamiento, así como en la infraestructura subterránea, se traducen en una mayor confiabilidad del suministro. Sin embargo, el envejecimiento de los sistemas, especialmente en zonas rurales o con menor capacidad fiscal, continúa representando un reto. El sector energético se encuentra en un proceso de transición, con esfuerzos orientados a mejorar la resiliencia y reducir las emisiones. La inversión en redes inteligentes, modernización de plantas y diversificación de fuentes ha permitido avances importantes, aunque la demanda creciente y las amenazas cibernéticas obligan a seguir fortaleciendo esta infraestructura.
Además, el acceso equitativo a servicios como banda ancha y transporte público es una cuestión relevante. A pesar del progreso, comunidades vulnerables siguen enfrentando barreras para acceder a servicios básicos, lo que refleja la necesidad de priorizar la equidad en los futuros esfuerzos de planificación e inversión. Un tema transversal es la brecha de inversión acumulada. A pesar de los nuevos recursos, aún existe una diferencia significativa entre lo que se necesita y lo que se destina para asegurar una infraestructura moderna, segura y sostenible. Esta brecha afecta la calidad de vida, la productividad económica y la preparación frente a emergencias climáticas y naturales.
Por ello, resulta necesario fortalecer la planificación, aumentar la colaboración entre sectores y adoptar soluciones innovadoras que integren sostenibilidad, resiliencia y equidad. La mejora de la infraestructura no debe ser vista como un evento único, sino como un proceso continuo que requiere visión de largo plazo y voluntad política. Si se mantiene el impulso generado por las inversiones recientes y se garantiza un enfoque sistemático, Estados Unidos podrá consolidar una infraestructura que no solo responda a las necesidades actuales, sino que también anticipe los desafíos del futuro.
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