El panorama energético global ha experimentado cambios significativos impulsados por la recuperación posterior a la pandemia, tensiones geopolíticas y desafíos climáticos. En la COP28, se lograron avances importantes, como la creación del Consorcio de Sistemas de Almacenamiento de Energía en Batería y la Declaración de Intención de Hidrógeno de los Emiratos Árabes Unidos, ambos dirigidos a impulsar las energías renovables. Además, se estableció un fondo de 4.500 millones de dólares para proyectos renovables en África, y se firmó una declaración para triplicar la energía nuclear para 2050, lo que refleja el impulso global hacia la sostenibilidad. Los avances tecnológicos, como las células solares más asequibles y la gestión energética impulsada por inteligencia artificial (IA), prometen transformar el futuro energético de África, facilitando su resiliencia y sostenibilidad. África está jugando un papel crucial en la necesidad global de energía, a la vez que aborda sus propias necesidades energéticas.
En el norte de África, el sector energético está en transformación. Los países productores de petróleo y gas como Egipto, Argelia y Marruecos están comenzando a integrar cada vez más las energías renovables, como la energía eólica, solar e hidrógeno verde, sin dejar de ser exportadores de gas natural. Egipto, por ejemplo, planea que el 42% de su electricidad provenga de fuentes renovables para 2035, respaldado por importantes inversiones en proyectos solares como el Parque Solar Benban. Marruecos tiene como objetivo generar más del 52% de su energía de fuentes renovables para 2030, con proyectos solares y eólicos a gran escala. Argelia, aunque sigue dependiendo del gas, se ha comprometido a generar un 22% de su energía a partir de renovables para 2025, mientras que Libia está viendo una recuperación en su producción de petróleo a pesar de los desafíos políticos.
En África Oriental, países como Kenia, Etiopía y Tanzania están expandiendo sus capacidades de energía renovable y mejorando la electrificación rural. Kenia, por ejemplo, ha logrado más del 75% de acceso a electricidad y tiene como meta llegar al 100% de generación renovable para 2030, impulsado por proyectos como el Parque Eólico Lake Turkana. La Gran Represa del Renacimiento Etíope mejorará las exportaciones energéticas de la región. En África Austral, Sudáfrica lidera el desarrollo de energías renovables, especialmente solar y eólica, mientras que Namibia se centra en el desarrollo de energía renovable para apoyar la producción de hidrógeno verde. Con sus abundantes recursos solares y eólicos, Namibia podría convertirse en un nuevo centro energético regional, complementado por sus hallazgos de petróleo y gas.
A pesar de los avances en varias regiones, África sigue enfrentando desafíos relacionados con la infraestructura y la financiación, lo que resalta la necesidad de continuar invirtiendo y colaborando para satisfacer las crecientes demandas energéticas y facilitar la transición hacia sistemas energéticos sostenibles. En África Occidental y Central, países como Nigeria, Senegal, Ghana, la República Democrática del Congo (RDC) y Camerún están invirtiendo en gas natural, energías renovables e hidrógeno verde. Nigeria, por ejemplo, lidera África Occidental con un ambicioso plan neto-cero de 585 mil millones de dólares para 2050, mientras que Senegal y Ghana están desarrollando proyectos solares y de residuos a energía. En África Central, la RDC y Camerún están promoviendo la energía hidroeléctrica y solar, con el apoyo de la Comunidad Económica de los Estados de África Central (ECCAS) para superar los desafíos de financiación e infraestructura y mejorar la seguridad energética.
El sector energético de África está impulsando una Transición Energética Justa, enfocada en garantizar un acceso equitativo a la energía y en aprovechar la sinergia entre el gas natural y las energías renovables, como la solar y la eólica. La inversión en infraestructura y tecnología es clave para mejorar la eficiencia de la red, el almacenamiento de energía y la resiliencia. Además, la colaboración entre fronteras, asociaciones público-privadas y reformas regulatorias son fundamentales para atraer inversión e impulsar la innovación en el sector energético. Muchos países africanos están adoptando la liberalización del sector eléctrico, abriendo el mercado a la inversión privada y fomentando la colaboración entre los sectores público y privado. Esto tiene como objetivo fortalecer el crecimiento de la energía renovable mediante el capital privado y la innovación, habilitando proyectos a gran escala como el Complejo Solar Noor de Marruecos y promoviendo la seguridad energética a través de mercados competitivos.
En países como Kenia, los productores independientes de energía (IPP) han aumentado la capacidad de generación renovable, lo que ha mejorado la estabilidad energética. Otros países como Nigeria, Sudáfrica y Zambia también han implementado reformas para descentralizar el control del sector energético, promover a los IPP y fomentar la competencia. Sin embargo, aún existen países como Etiopía y Zimbabue que dependen de servicios públicos estatales monopolistas. El panorama energético de África, con un creciente enfoque en las energías renovables y la maximización de los recursos fósiles, enfrenta desafíos como la incertidumbre regulatoria y la necesidad de financiación. Sin embargo, presenta grandes oportunidades para el crecimiento económico y la seguridad energética. La energía limpia, que incluye la nuclear y la bioenergía, pero excluye el almacenamiento por bombeo, ha experimentado un aumento del 7,1% en su capacidad de generación, mientras que la generación a partir de combustibles fósiles solo creció un 0,1%. La capacidad de generación de energía limpia ha aumentado en toda África, aunque el norte del continente sigue rezagado debido a la dependencia del gas natural. Por otro lado, África Occidental y África Austral han logrado un progreso significativo en la expansión de la energía limpia, y se espera que África Austral represente más del 25% de la capacidad de generación limpia para 2025.
En términos de generación de energía, África ha visto un aumento del 48% en la capacidad de generación total en la última década, con un crecimiento del 82% en la energía limpia, especialmente en la energía solar y eólica. Aunque algunos países como Sudáfrica han liderado este cambio, África Central y Oriental han experimentado un progreso más lento. En el caso de Sudáfrica, la capacidad de generación limpia ha sido impulsada tanto por la energía conectada a la red como por la desconectada. El panorama energético global también se ha visto afectado por el conflicto en Ucrania, que interrumpió los mercados energéticos globales y motivó una reevaluación de las políticas de seguridad energética. En respuesta a la interrupción de las exportaciones de gas ruso hacia Europa, los países europeos han diversificado sus fuentes de energía, incluyendo el aumento de las importaciones de gas natural licuado (GNL). Este conflicto también ha resaltado la pobreza energética en África y la necesidad urgente de recursos para abordar la inseguridad energética en el continente.
Por último, la generación de energía nuclear ha experimentado un crecimiento del 2,6% de 2022 a 2023, representando aproximadamente el 10% de la electricidad mundial. Los reactores modulares pequeños y los diseños avanzados de reactores se están viendo cada vez más como una solución clave para la seguridad energética y los esfuerzos de descarbonización. Además, más de 20 países se comprometieron en la COP28 a triplicar la capacidad nuclear mundial para 2050 como parte de sus esfuerzos por alcanzar las emisiones netas cero. Entre los firmantes se encuentran países africanos como Ghana y Marruecos, lo que indica su compromiso de integrar la energía nuclear en sus estrategias energéticas a largo plazo. El desafío energético de Sudáfrica, que asciende a billones de rand, requiere una colaboración significativa entre el sector público y privado para proporcionar infraestructura en generación, redes y gas. Dada la magnitud del reto, ninguna entidad tiene los recursos ni la capacidad para abordarlo por sí sola. La colaboración entre los sectores público y privado es esencial para lograr una infraestructura energética efectiva y asegurar la energía al costo más bajo posible, lo que también impulsará la liberalización del mercado energético en la región.
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