La financiación de una economía con menos carbono se presenta como uno de los retos definitorios de esta era. Según Bill Gates, la transición energética requerirá más de 3,5 billones de dólares en inversiones anuales durante décadas. Este desafío, de una magnitud sin precedentes, exige no solo reimaginar las cadenas de suministro y los sistemas financieros globales, sino también garantizar que los marcos subyacentes sean coherentes, adaptables y equitativos. Este documento analiza el déficit de financiación de la transición, considerado una falla crítica en los esfuerzos globales por alcanzar los objetivos climáticos. La brecha no solo radica en términos de capital y rentabilidad, sino también en la formulación de políticas públicas y en los marcos que las sostienen. Como ejemplo, la Unión Europea (UE) ha intentado liderar la definición de lo que constituye lo «verde» a través de su taxonomía. Sin embargo, este esfuerzo, aunque ambicioso, a menudo se ha visto obstaculizado por su excesivo detalle y por la búsqueda de una universalidad exhaustiva, lo que ha resultado en un marco binario, rígido y complejo, dificultando su utilidad práctica para inversores y financieros.
El documento subraya que las soluciones deben funcionar no solo en teoría, sino en la práctica. Se hace énfasis en que los marcos deben capturar los matices del progreso, incluyendo tanto los riesgos como las oportunidades de la transición de lo «marrón» a lo «verde». Además, propone la necesidad de marcos políticos dinámicos, capaces de adaptarse a los avances científicos, los argumentos empresariales, los cambios del mercado y las demandas de los inversores. La participación del capital privado es considerada fundamental para cerrar la brecha de financiación en la lucha contra el cambio climático. Aunque la financiación pública es crucial, no puede afrontar por sí sola la magnitud del desafío. Para atraer inversiones privadas será necesario implementar mecanismos de reducción de riesgos y establecer un entorno normativo claro, coherente y creíble, especialmente en las economías en desarrollo, donde los costos de capital son elevados y las incertidumbres políticas y regulatorias son mayores.
Los bancos de desarrollo deberán utilizar todas sus capacidades operativas, financieras y técnicas para maximizar los recursos destinados a objetivos climáticos y de desarrollo. Para fomentar la financiación privada, se necesitará un mayor uso de garantías, seguros de riesgo y financiación combinada. Según el documento, abordar estos desafíos requiere audacia, tanto en ambición como en experimentación, siguiendo ejemplos históricos como el New Deal de Franklin Roosevelt. El documento destaca que el déficit de financiación no es solo un desafío técnico y empresarial, sino también humano, que demanda alinear incentivos económicos con valores sociales. Si bien no pretende ofrecer todas las respuestas, propone un marco para formular las preguntas adecuadas, las cuales definirán el futuro de las economías, el planeta y las aspiraciones compartidas.
El análisis incluye una revisión de instrumentos híbridos en la Unión Europea, como el Acuerdo Verde Europeo, el Régimen Comunitario de Comercio de Derechos de Emisión (RCCDE) y el Mecanismo de Ajuste de las Emisiones de Carbono en la Frontera (CBAM). También examina iniciativas de Estados Unidos, como la Ley de Reducción de la Inflación, destacando los retos para alcanzar sus objetivos. A partir de este análisis, el informe propone principios para diseñar instrumentos que aborden el déficit de financiación climática, destacando la necesidad de marcos políticos claros, equitativos y basados en datos. El documento resalta la importancia de utilizar la financiación concesional, especialmente en economías en desarrollo y países menos adelantados (PMA), para reducir costos de capital, mitigar riesgos financieros y fomentar inversiones en proyectos relacionados con el clima. Además, plantea que la cooperación internacional y el fortalecimiento institucional son esenciales para superar barreras estructurales y lograr una movilización de recursos a la escala requerida. Por último, se enfatiza la importancia de una regulación ambiental más estricta, destacando el impacto del CBAM y las nuevas normas de divulgación financiera en la Unión Europea y el Reino Unido. Estas medidas, orientadas a mejorar la transparencia y la toma de decisiones basadas en riesgos climáticos, serán claves para acelerar la transición hacia una economía sostenible.
La conclusión del estudio resalta que cerrar la brecha de financiación para la transición climática es un desafío de magnitud histórica que requiere la movilización masiva de recursos financieros, tanto públicos como privados. Para lograrlo, se necesitan marcos normativos claros, adaptables y basados en datos, que no solo promuevan inversiones en proyectos verdes, sino que también faciliten una transición justa desde sectores intensivos en carbono hacia prácticas más sostenibles. El estudio destaca que la financiación pública, aunque esencial, no será suficiente para cubrir la magnitud del desafío. Por ello, resulta imperativo establecer mecanismos que reduzcan riesgos e incentiven la participación del capital privado, particularmente en economías en desarrollo, donde las barreras de costos y riesgos son más significativas. Asimismo, se subraya la necesidad de que los bancos de desarrollo y organismos multilaterales adopten enfoques más audaces e innovadores, utilizando herramientas como garantías, seguros de riesgos y financiación combinada para atraer inversores.
Además, el informe enfatiza la importancia de una cooperación internacional sólida, acompañada de regulaciones ambientales estrictas y mecanismos de divulgación financiera, como el CBAM en la Unión Europea, que puedan impulsar decisiones informadas y acelerar la transición. Este esfuerzo debe alinearse con valores sociales, asegurando que el progreso hacia una economía descarbonizada sea inclusivo, equitativo y sostenible. En última instancia, el estudio concluye que enfrentar este desafío requerirá no solo una acción ambiciosa, sino también una disposición para experimentar y adaptarse, siguiendo ejemplos históricos de transformación económica a gran escala. Solo mediante una combinación de innovación, colaboración global y liderazgo audaz se podrán alcanzar los objetivos climáticos y preservar el bienestar del planeta y sus habitantes.
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