La velocidad y la trayectoria de la transición energética mundial son ahora más importantes que nunca. Es fundamental que tanto los responsables políticos como las empresas equilibren las tres prioridades del sistema energético: equidad, seguridad y sostenibilidad. También está claro que no existe una única respuesta universal para todos los países. El informe Fostering Effective Energy Transition, ya en su 14ª edición, evalúa el desempeño del sistema energético y su preparación para la transición a través del Índice de Transición Energética (IET) y proporciona información sobre los distintos países. En la última década, la dimensión de sostenibilidad del desempeño del sistema energético ha mejorado con el cambio hacia las energías renovables y la integración de los vehículos eléctricos en el uso generalizado. Sin embargo, los avances han sido desiguales en todo el mundo. Aparte de una mayor adopción de la energía eólica y solar, no se ha mantenido el ritmo de la trayectoria necesaria para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050, en particular en lo que respecta a las mejoras de la eficiencia energética, la electrificación del sistema y la adopción de fuentes de energía y combustibles con bajas emisiones de carbono. En un importante paso adelante, las recientes decisiones de la 28ª Conferencia de las Partes (COP28) tienen como objetivo duplicar la eficiencia energética y triplicar la capacidad de las energías renovables para 2030, así como la transición para abandonar los combustibles fósiles de una manera justa y equitativa. Las políticas y decisiones centradas en la equidad están ganando protagonismo. Sin embargo, las inversiones en los países en desarrollo siguen siendo insuficientes, y persisten los retos dentro de los países y entre ellos, especialmente en lo que respecta a la asequibilidad y el acceso a la energía. Mientras tanto, los riesgos de seguridad energética deben gestionarse eficazmente en medio de las crecientes tensiones geopolíticas. Los datos de la IET muestran que, aunque los países han conseguido hacer frente a las crisis de seguridad en los últimos años, lo han hecho a expensas de la equidad y la sostenibilidad. Los países están intensificando sus esfuerzos para mejorar la preparación para la transición, incluido el desarrollo del capital humano, donde los empleos limpios representan más de la mitad de todos los empleos relacionados con la energía. Las inversiones en infraestructura de energía limpia también han ido en aumento, alcanzando los 1,8 billones de dólares en 2023, pero casi el 90% del crecimiento desde 2021 se ha producido en las economías avanzadas y China, lo que pone de relieve las grandes brechas en el impulso de la transición. Las innovaciones digitales, incluida la inteligencia artificial generativa (IA), presentan oportunidades significativas para las empresas energéticas, permitiéndoles generar más de 500 mil millones de dólares en ahorros anuales. Esto puede mejorar la equidad y la seguridad al permitir inversiones de capital adicionales o reducir los costos del suministro energético.
No obstante, a medida que estas tecnologías avancen, la electricidad necesaria para sus demandas computacionales aumentará y deberá gestionarse cuidadosamente mediante la adopción de modelos de IA más eficientes y fuentes de energía limpias. Aunque las puntuaciones de la ETI han alcanzado máximos históricos y han mostrado notables mejoras en varias dimensiones, el ritmo de progreso se ha ralentizado, en parte debido a la creciente incertidumbre en el panorama mundial. La ETI ofrece a los responsables de la toma de decisiones una evaluación exhaustiva de los sistemas energéticos mundiales y sus tendencias a lo largo del tiempo. La edición de este año mantiene la coherencia con la metodología del año pasado, lo que permite a las partes interesadas hacer comparaciones y seguir la evolución. La ETI 2024 también introduce «itinerarios a medida», que ofrecen nuevas perspectivas sobre los itinerarios de los países y la colaboración mundial. Estas vías permiten a los responsables de la toma de decisiones tener en cuenta dimensiones específicas de cada país, como el nivel de renta, los recursos energéticos locales y la región, para maximizar el impacto y avanzar en la transición energética. Las crecientes incertidumbres están impidiendo el impulso de la transición energética a pesar de las puntuaciones récord del Índice de Transición Energética. Las puntuaciones medias mundiales del Índice de Transición Energética (IET) alcanzaron sus niveles más altos, con 107 de los 120 países que avanzaron en la última década. Sin embargo, el panorama mundial está marcado por la volatilidad económica, el aumento de las tensiones geopolíticas y los cambios tecnológicos. Esta incertidumbre se refleja en la ETI, donde el ritmo de mejora en los últimos tres años ha disminuido. La seguridad energética sigue a prueba, la equidad energética ha retrocedido y la sostenibilidad muestra una mejora gradual en los últimos tres años. Las tensiones geopolíticas siguen poniendo a prueba la seguridad energética, aunque hay indicios positivos de que los países están consiguiendo mitigar la mayoría de los riesgos. La equidad ha sufrido un retroceso en los últimos tres años debido al aumento de los precios de la energía y de las subvenciones a los combustibles fósiles. La sostenibilidad ha mostrado avances, principalmente debido a la mejora de la eficiencia energética y al aumento de la cuota de energías limpias, a pesar de que las emisiones relacionadas con la energía crecerán un 1,1% en 2023. La preparación para la transición ha progresado significativamente, impulsada por la normativa y el compromiso político, la educación y el capital humano, y las infraestructuras. Aunque el crecimiento de la innovación se ha ralentizado, países como China e India lideran el desarrollo de nuevas soluciones y tecnologías energéticas. Las economías avanzadas, junto con China y Brasil, siguen obteniendo los mejores resultados, junto con varias naciones en desarrollo que están forjando vías de progreso.
Suecia, Dinamarca, Finlandia y Suiza encabezan la clasificación, y Francia se sitúa entre los cinco países con mejores resultados gracias a sus eficaces políticas de eficiencia energética, que se traducirán en una reducción del 12% de la intensidad energética en 2022 en comparación con 2021. Seis países del G20 también figuran entre los 20 primeros de la ETI de este año: Francia, Alemania, Brasil, China, Reino Unido y Estados Unidos. En 2023, China puso en servicio tanta energía solar fotovoltaica (FV) como todo el mundo en 2022, mientras que sus adiciones eólicas también crecieron un 66% interanual. El plan a largo plazo de Brasil para la energía hidroeléctrica y los biocombustibles, junto con las iniciativas de desarrollo institucional, han sido fundamentales para atraer inversiones. Estonia, Etiopía y Líbano han registrado las mejoras más rápidas en los últimos cinco años, dando prioridad a las energías renovables no conectadas a la red para mejorar el acceso y la sostenibilidad. El apoyo internacional, adaptado a las necesidades específicas de cada país, debe reforzarse para dirigir una financiación suficiente a las economías emergentes y en desarrollo. La creciente brecha en la financiación de la transición entre las economías avanzadas y en desarrollo requiere un mayor apoyo internacional y nuevos enfoques para desbloquear las inversiones. Adaptar el apoyo en función de factores como la región, el nivel de renta y los recursos energéticos locales puede apuntalar vías de transición energética personalizadas. El África subsahariana registra el mayor crecimiento en las puntuaciones de la ITE, impulsado por la mejora del acceso a la energía y la asequibilidad. Dar prioridad a estas áreas con apoyo internacional puede ayudar a mantener el progreso. Además, los países con abundantes recursos energéticos locales obtienen los mejores resultados en equidad y seguridad, mientras que son los que peores resultados obtienen en sostenibilidad, lo que subraya la necesidad de equilibrar la transición. Los responsables políticos de todo el mundo deben actuar con decisión y colaboración para acelerar la transición hacia un futuro energético equitativo, seguro y sostenible. En los últimos años se ha producido un aumento de la incertidumbre mundial, impulsada por los cambios económicos, políticos y tecnológicos, que añade complejidad al entorno en el que operan los países y a su trayectoria de transición energética. Las tensiones geopolíticas plantean riesgos para la seguridad energética y dificultan la cooperación internacional.
El informe destaca la importancia crítica de la transición energética global en un contexto de crecientes incertidumbres económicas, geopolíticas y tecnológicas. El informe utiliza el Índice de Transición Energética (ETI) para evaluar el desempeño y la preparación de los sistemas energéticos en 120 países, señalando que, aunque la adopción de energías renovables y vehículos eléctricos ha mejorado la sostenibilidad, el progreso es desigual y no suficiente para alcanzar la meta de cero emisiones netas para 2050. En los últimos tres años, la mejora en el ETI se ha desacelerado debido a la volatilidad económica y las tensiones geopolíticas. A pesar de los avances en la mitigación de riesgos de seguridad energética, la equidad se ha visto afectada negativamente por el aumento de precios de la energía y los subsidios a los combustibles fósiles. La sostenibilidad muestra una mejora gradual, impulsada por una mayor eficiencia energética y una mayor participación de energía limpia, aunque las emisiones relacionadas con la energía crecieron un 1,1% en 2023. El informe subraya que los países avanzados, junto con China y Brasil, continúan liderando en el desempeño de la transición energética, mientras que las naciones en desarrollo están comenzando a mostrar mejoras significativas. Sin embargo, las inversiones en infraestructura de energía limpia siguen concentrándose en las economías avanzadas y China, dejando atrás a las economías emergentes y en desarrollo. Para abordar estas disparidades, el informe resalta la necesidad de un apoyo internacional adaptado a las necesidades específicas de cada país, especialmente en las economías emergentes y en desarrollo. La COP28 presentó metas ambiciosas, incluyendo triplicar la capacidad de energías renovables y duplicar la eficiencia energética para 2030. No obstante, para alcanzar estos objetivos se requieren reformas e inversiones más decisivas en el sistema energético. El informe también menciona el papel crucial de la innovación tecnológica y digital, destacando el potencial de la inteligencia artificial para generar ahorros significativos en la industria energética. Sin embargo, también advierte sobre el aumento de la demanda de electricidad debido a estas tecnologías, lo cual deberá ser gestionado con modelos de IA más eficientes y fuentes de energía limpia. Finalmente, el informe concluye que, en un paisaje global marcado por la complejidad y la incertidumbre, es imperativo que los actores públicos y privados tomen acciones decisivas y colaborativas para acelerar la transición hacia un futuro energético equitativo, seguro y sostenible. Esto implica aumentar las inversiones, implementar soluciones innovadoras y realizar reformas audaces en las políticas energéticas.
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