El desarrollo de la tecnología digital ofrece un gran potencial para atender los desafíos más implacables que enfrenta la región de América Latina y el Caribe (ALC), como la falta de confianza, la baja productividad y la persistente desigualdad. Hasta marzo de 2020, esta frase podía leerse con frecuencia en documentos relacionados con el futuro desarrollo de la región como una de las herramientas relevantes para acelerar el progreso. Pero con la llegada de la pandemia del COVID-19 la expresión “transformación digital” se ha vuelto omnipresente y está asociada casi siempre a dos conceptos: inclusión para beneficio de todos, y urgencia para el presente. El COVID-19, ha hecho que la transformación digital deje de ser un deseo o una aspiración, para convertirse en una herramienta básica en la política pública. Los conceptos, las referencias y las reco– mendaciones compartidas en este documento no varían en el contexto del COVID-19, o de cualquier otra epidemia que limite la capacidad de interacción personal de los seres humanos, pero sí hacen que la disponibilidad del contenido de esta publicación sea más urgente y seguramente más valiosa para quienes tienen que acelerar el paso para lograr la digitalización de sus países. Para algunas personas y empresas, la tecnología ya ha cambiado paradigmas en la región: cómo se comunica, cómo se compra, cómo se accede a un servicio público. Para hacer frente a los desafíos de gran escala, es necesario adoptar un enfoque integral y estratégico que incluya a todos los sectores de la sociedad y a todos los niveles de gobierno, y que apunte a un cam– bio de paradigma transversal. Ahora bien, no se trata de desconocer los grandes avances que se han hecho en materia digital en la región. Como prueba del interés por parte de los gobiernos, más del más del 70% de los países de ALC tiene una estrategia de gobierno digital. También, hay un 68% de la población mundial conectada internet, lo que supone una oportunidad que debe aprovecharse. Algunos países ya han digitalizado la mayoría de los trámites que presta el gobierno central, en algunos casos incluyendo el uso de la identidad digital y los pagos en línea, y ya consolidan toda su presencia en la web en una sola página. Sin embargo, ya es hora de pasar de esfuerzos aislados a una aproximación integral y de aterrizar los planes al ámbito práctico. Esta aproximación integral –la transformación digital del país– depende en gran medida de las acciones del gobierno central, pues ningún otro actor puede establecer un marco normativo, crear estándares, proveer servicios comunes, y convocar a todos los segmentos de la sociedad y a todos los niveles de gobierno. Los ciudadanos lo demandan y la economía lo necesita: un apalan– camiento transversal de la tecnología e internet para traer más eficiencia, certeza y transparencia a las interacciones y a las transacciones, tanto públicas como privadas. Al mismo tiempo, los gobiernos de la región también lo necesitan para responder a las presiones de austeridad fiscal y la marcada brecha de expectativas que sufren de cara a los ciudadanos. La transformación digital del gobierno es el cambio de cultura corporativa, modelo organizativo, métodos y procesos que aprovecha las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para que las instituciones públicas atiendan las necesidades de los ciudadanos y empresas de forma eficiente, transparente y segura. Se sobreentiende, entonces y que la transformación digital es más que crear aplicaciones páginas web.
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