La República Eslovaca se encuentra en un punto crucial de su transición energética, enfrentando un desafío significativo en la consecución de sus metas climáticas y energéticas a medio y largo plazo. Con una economía históricamente dependiente de combustibles fósiles, el país ha comenzado a rediseñar su panorama energético hacia un modelo más sostenible y resiliente. La energía nuclear juega un papel predominante, con un impresionante 63% de su generación eléctrica proveniente de este recurso en 2023, complementada por un 14% de hidroelectricidad. Esto posiciona a la República Eslovaca como líder en bajas emisiones dentro de su mix energético, en comparación con el promedio de la Agencia Internacional de la Energía. Sin embargo, la dependencia de importaciones, especialmente de gas natural ruso, y la necesidad de modernizar su infraestructura energética exigen medidas inmediatas y efectivas.
La transición energética del país ha venido acompañada de decisiones clave, como el cierre progresivo de plantas de carbón, culminando con el cierre de su última mina en 2023. Este paso no solo reduce emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también busca mitigar los riesgos asociados a la dependencia de recursos fósiles locales no rentables. No obstante, el abandono del carbón presenta desafíos sociales y económicos significativos, especialmente en las regiones que históricamente dependían de esta industria. La implementación del Fondo de Transición Justa ha sido esencial para apoyar a las comunidades afectadas, ofreciendo programas de capacitación y reasignación laboral para garantizar que la transición hacia una economía baja en carbono no deje a nadie atrás.
Un aspecto central de la estrategia energética es la modernización del sector de los edificios, responsable de casi el 40% del consumo final de energía en el país. La mayoría del parque inmobiliario es antiguo, con estándares térmicos inadecuados, lo que genera un consumo energético elevado y una dependencia significativa del gas natural. Para abordar este problema, se han implementado programas de renovación que priorizan la eficiencia energética y la integración de fuentes renovables en la calefacción. Aunque estos esfuerzos han resultado en avances notables, el ritmo de renovación debe aumentar considerablemente para cumplir con los objetivos establecidos para 2030. Además, se han identificado las viviendas unifamiliares como un área crítica de mejora, dado que muchas carecen de aislamiento adecuado y de sistemas de calefacción modernos.
El transporte, otro sector clave, enfrenta la tarea de reducir su dependencia de los productos derivados del petróleo. Aunque se han implementado incentivos para electrificar el transporte y fomentar la movilidad sostenible, el progreso ha sido lento en comparación con otros sectores. El diseño de políticas efectivas en este ámbito requerirá una visión integrada que considere no solo la adopción de vehículos eléctricos, sino también la infraestructura de apoyo, como estaciones de carga, y la promoción del transporte público como alternativa viable.
Por otro lado, el sector industrial, tradicionalmente dominado por industrias intensivas en energía, ha mostrado avances significativos en eficiencia energética. Sin embargo, su transición hacia un modelo de bajas emisiones depende de la disponibilidad de electricidad confiable y de bajo carbono, lo que subraya la importancia de una estrategia clara para diversificar y ampliar la oferta de energías renovables. El desarrollo de nuevas capacidades nucleares, incluido el potencial de pequeños reactores modulares, también será esencial para satisfacer las demandas energéticas del futuro.
Un desafío persistente es la falta de integración de políticas fiscales que incentiven el cambio hacia un modelo energético sostenible. Aunque se han introducido reformas, como el establecimiento de límites de precios para proteger a los consumidores durante crisis energéticas recientes, estas medidas deben evolucionar hacia un enfoque más estratégico que promueva el uso de tecnologías limpias y reduzca la dependencia de los combustibles fósiles. El gobierno enfrenta la tarea de equilibrar la protección de los hogares más vulnerables con la necesidad de eliminar gradualmente los subsidios a los combustibles fósiles, que contradicen los principios de eficiencia energética y sostenibilidad.
Además, la investigación, el desarrollo y la innovación son pilares fundamentales para impulsar esta transformación. A pesar de algunos avances, el país carece de una estrategia dedicada exclusivamente a la investigación energética, lo que limita su capacidad para aprovechar oportunidades internacionales y desarrollar tecnologías emergentes como el hidrógeno y el almacenamiento de energía. Fortalecer la colaboración internacional y crear un entorno propicio para la innovación serán cruciales para mantener la competitividad en un contexto global cada vez más enfocado en la sostenibilidad.
El desarrollo de infraestructura energética también requiere atención urgente. La expansión y modernización de los sistemas de transmisión y distribución eléctrica son esenciales para garantizar la resiliencia del sistema ante una creciente electrificación y la integración de fuentes renovables intermitentes. Reformas en los procesos de permisos y evaluación ambiental son necesarias para acelerar la implementación de proyectos estratégicos. Además, la participación activa de las comunidades locales será clave para evitar conflictos y garantizar la aceptación social de nuevas infraestructuras.
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