África es un continente rico en recursos terrestres y energéticos, con una población joven y en rápido crecimiento. Siendo ya el continente más joven del mundo, se espera que en 2050 alcance casi los 2.500 millones de personas, el 80% de ellas en el África subsahariana. Las geografías, los climas y los niveles de desarrollo humano y económico varían mucho en el continente, al igual que el acceso a una energía moderna confiable, asequible y suficiente, que es crucial para apoyar los objetivos de industrialización y desarrollo. El consumo de energía en la región es extremadamente bajo en medio de una gran brecha en el acceso a la energía moderna. En 2020, el continente africano en su conjunto sólo representaba alrededor del 6% del consumo total de energía final del mundo, a pesar de albergar a más del 20% de la población mundial. A pesar de los enormes avances en el acceso a la energía moderna en las últimas décadas, el acceso a la energía sigue siendo bajo en muchas partes del África subsahariana. Unos 571 millones de personas de la región seguirán careciendo de acceso a la electricidad en 2022. El acceso a combustibles y tecnologías limpias para cocinar es aún menor; 923 millones de personas seguían utilizando únicamente cocinas básicas y combustibles tradicionales para cocinar en 2020, y esta cifra aumentó en la última década debido al crecimiento de la población y al retraso en el desarrollo de infraestructuras. Todo ello hace que el África subsahariana albergue la mayor población del mundo sin acceso a la energía moderna. Más allá del acceso a la electricidad, la asequibilidad y confiabilidad del suministro eléctrico y de combustibles de mayor calidad son problemas importantes en todo el continente. Esto tiene un costo económico importante, dado que obstaculiza el desarrollo de las industrias locales y la prestación de servicios públicos cruciales, como la educación y la sanidad. Históricamente, incluso los países exportadores de combustibles fósiles de la región han seguido experimentando grandes déficits de acceso a la energía, especialmente en las zonas rurales. El éxito de la transición energética en el África subsahariana dependerá, por tanto, de la medida en que los sistemas energéticos modernos incluyan a las comunidades, explotaciones agrícolas o instalaciones públicas con más probabilidades de quedarse atrás. Los combustibles fósiles han desempeñado un papel importante en toda el África subsahariana, como fuentes más importantes de energía primaria y suministro de electricidad. El carbón, el gas natural y el petróleo representan conjuntamente más del 60% de la capacidad total de generación de electricidad del África subsahariana en 2023. Varios países africanos producen petróleo y gas a partir de combustibles fósiles como fuente de energía doméstica y como producto de exportación. Nigeria y Angola se encuentran entre los 20 mayores productores de petróleo del mundo; Nigeria también está entre los 20 mayores productores de gas natural. Las grandes explotaciones de gas natural de Mozambique, Senegal, Sudáfrica y la República Unida de Tanzania han convertido la región en un mercado emergente para la producción de gas natural.
Varios países africanos también producen carbón. Entre ellos están Botsuana, Mozambique, Sudáfrica y Zimbabue; Sudáfrica es el mayor de la región. A pesar del alto grado de dependencia del África subsahariana de los combustibles fósiles, la bioenergía sigue siendo la fuente de energía más utilizada; representa casi el 50% del suministro energético de la región. La mayor parte de este uso está relacionado con el uso tradicional de la bioenergía para cocinar en los hogares, que va desde la biomasa tradicional a las tecnologías mejoradas de biomasa tradicional, y sólo de forma limitada a la bioenergía moderna. El crecimiento demográfico, la falta de usos productivos fuera del hogar y las prácticas insostenibles de recolección hacen de la biomasa una fuente de energía altamente insostenible en el África subsahariana. La deforestación debida a la dependencia excesiva de la leña y los conflictos intercomunitarios por el acceso a los bosques son fuentes importantes de preocupación medioambiental y social en toda la región. A ello se añaden los efectos sobre la salud de la combustión incompleta en las cocinas tradicionales, sobre todo entre las mujeres y los niños. La bioenergía también se utiliza para producir energía, aunque en 2023 sólo representaba alrededor del 1% de la capacidad total de generación eléctrica instalada en el África subsahariana. De este total, 1,4 gigavatios (GW) estaban conectados a la red y otros 93 megavatios (MW) estaban fuera de la red. La mayor parte de esta capacidad se basa en el bagazo, aunque unos pocos países (especialmente en África oriental y meridional) han empezado a utilizar biogás, además de combustible de madera y residuos. La energía hidroeléctrica es la mayor fuente de energía renovable utilizada para la generación de electricidad en el África subsahariana, que contaba con más de 31 GW de capacidad hidroeléctrica, algo más del 24% de la capacidad total instalada de generación de electricidad del continente en 2023. En ese mismo año, la energía hidroeléctrica representaba el 11% de la capacidad total de generación de electricidad en África Austral, pero casi dos tercios de dicha capacidad en África Central, y más que eso en algunos países. En varios países africanos con grandes ríos que atraviesan su territorio, la energía hidroeléctrica representa la mitad o más de la capacidad total de generación de electricidad. Entre estos países destacan Angola, la República Democrática del Congo, Etiopía, Gabón, Guinea y Uganda. Al mismo tiempo, la energía hidroeléctrica no está exenta de desafíos. Los riesgos climáticos son especialmente preocupantes en las próximas décadas, y el África subsahariana es una de las regiones más susceptibles.
Se prevé que los cambios en los patrones de precipitaciones y temperaturas debidos al cambio climático afecten negativamente a la capacidad de generación de energía hidroeléctrica en el África subsahariana este siglo. La mayor exposición del continente a los riesgos climáticos agrava la necesidad de realizar evaluaciones de impacto exhaustivas antes de que los países inviertan en nueva capacidad hidroeléctrica. Una mayor explotación de la energía hidroeléctrica, especialmente a gran escala, también implica importantes problemas medioambientales y de derechos humanos, así como posibles conflictos transfronterizos. Por esta razón, el desarrollo de la energía hidroeléctrica requiere un examen cuidadoso, y debe incluir evaluaciones de impacto ambiental y social para garantizar que los proyectos sigan siendo sostenibles al tiempo que se reduce la vulnerabilidad a los impactos climáticos. Las energías renovables modernas, como las que se obtienen del sol y del viento, representan una enorme oportunidad para el África subsahariana. Más allá del sector eléctrico, las energías renovables pueden ser una parte esencial de la transformación económica estructural de África; desempeñarán un papel fundamental a medida que se desarrollen industrias verdes con un inmenso potencial, reduciendo dependencias de diferentes formas, incluidas las estructurales, las tecnológicas y las relacionadas con el comercio de un solo producto. Las energías renovables modernas también pueden desempeñar un papel fundamental en la gestión del impacto medioambiental de las poblaciones y economías en crecimiento, sobre todo mediante la reducción de la dependencia de la generación de electricidad a partir de combustibles fósiles y de la biomasa tradicional (combustible de madera y carbón vegetal) para calefacción y cocina. Dado que algunos proyectos de energías renovables -especialmente las presas hidroeléctricas a gran escala- pueden afectar a la biosfera y a las prácticas tradicionales de gestión de la tierra de las comunidades locales, un mayor despliegue de estas tecnologías requerirá una cuidadosa combinación de políticas para maximizar los beneficios y minimizar los daños al medio ambiente, los pueblos indígenas y las comunidades locales. Liberar el potencial de las energías renovables como palanca de desarrollo socioeconómico exigirá un cambio estructural en las políticas energéticas nacionales, capacidad institucional y herramientas políticas bien afinadas, además de cooperación internacional.
El informe sobre las políticas y la financiación para el despliegue de energías renovables en África subsahariana, preparado por la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), ofrece una visión comprensiva del panorama actual y de las estrategias futuras para la región. África subsahariana enfrenta retos únicos de desarrollo pero también tiene oportunidades significativas para el despliegue y desarrollo de energías renovables. Aunque ha contribuido muy poco a las emisiones globales de carbono, es una de las regiones más vulnerables al cambio climático. La transición energética en esta región dependerá en gran medida de las asociaciones internacionales y del financiamiento climático confiable para impulsar el uso regional de energías renovables sostenibles y modernas. La región ha recibido compromisos significativos para energías renovables a nivel regional, impulsados por la caída de los costos tecnológicos, lo que ha hecho que estas tecnologías sean cada vez más competitivas en costos en comparación con las fuentes de energía convencionales. Los líderes regionales también se han comprometido con planes de desarrollo más amplios, como el «Agenda 2063: El África que Queremos», que destaca el desarrollo social y económico, la integración regional, la gobernanza democrática y la paz y la seguridad. La financiación pública juega un papel más dominante en África subsahariana debido a los riesgos financieros, políticos, legales y económicos que dificultan la atracción de capital privado. Entre 2000 y 2021, las instituciones financieras públicas comprometieron casi 60 mil millones de USD en energías renovables en la región. La mayoría de estos compromisos provienen de China y otras instituciones internacionales como la Asociación Internacional de Desarrollo y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. La implementación de políticas de despliegue directo, incentivos fiscales y financieros ha sido más común en África Oriental, Occidental y Meridional, mientras que África Central ha tenido menos políticas implementadas. Las políticas regionales y los centros dedicados apoyan la transición energética, pero los objetivos no vinculantes siguen siendo un desafío, ya que es necesario traducirlos en políticas nacionales efectivas para asegurar su credibilidad y los beneficios prometidos. Para que África subsahariana alcance su vasto potencial energético y satisfaga sus necesidades energéticas, se requerirán inversiones significativas y distribuidas equitativamente. Atraer inversiones en energías renovables ha sido un desafío constante debido a los altos riesgos percibidos y reales. Es crucial actualizar frecuentemente los planes de expansión del sistema eléctrico para asegurar que la demanda proyectada de electricidad se satisfaga con una combinación de tecnologías de menor costo, dominada a largo plazo por recursos de energía renovable. En resumen, la región necesita una fuerte colaboración internacional, financiamiento adecuado y políticas efectivas para aprovechar su potencial de energías renovables y avanzar hacia un desarrollo sostenible y resistente al clima.
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