El mundo se enfrenta a una brecha drástica en la acción climática, que se aleja cada día más de la senda de los 1,5 °C.1 Esta situación no deja otra opción que redoblar los esfuerzos de mitigación, centrándose en tres imperativos para todos los actores. En primer lugar, todos los países y empresas deben pasar inmediatamente a cumplir objetivos y acciones a más corto plazo y hacer públicos sus planes de transición a cero emisiones netas. En segundo lugar, las acciones climáticas, la financiación y las coaliciones mundiales deben priorizar rigurosamente las soluciones que prometan un impacto inmediato superior, como las asociaciones para la descarbonización de la cadena de valor, el despliegue más rápido de las tecnologías más maduras -por ejemplo, la energía solar fotovoltaica (FV), la eólica y los vehículos eléctricos (VE)- y la infraestructura de red relacionada, así como la reducción de las emisiones de metano. Por último, se debe garantizar una transición justa, basada en distintos niveles de capacidades económicas y sociales, retos de adaptación y responsabilidad, para que nadie se quede atrás. Sin una acción mucho más drástica, 1,5 °C quedará fuera del alcance e incluso «muy por debajo de 2 °C» correrá un alto riesgo. Una trayectoria de 1,5 ºC exige ahora reducciones de las emisiones del 7% cada año hasta 2030; esto es más que el impacto de COVID-19 y en contra de la tendencia actual de un aumento anual del 1,5%. Para evitar impactos catastróficos en los medios de subsistencia y las economías, se tiene que aumentar drásticamente los compromisos y las políticas nacionales, la acción climática de las empresas, la ampliación de las tecnologías verdes y la financiación. La tendencia actual de un aumento anual del 1,5%. Para evitar impactos catastróficos en los medios de subsistencia y las economías, se necesita aumentar drásticamente los compromisos y las políticas nacionales, la acción climática corporativa, la ampliación de las tecnologías verdes y la financiación. Si la trayectoria de descarbonización no cambia, los esfuerzos de adaptación no serán suficientes para hacer frente a los problemas futuros hacia los que se dirige el mundo para gran parte de la humanidad y la naturaleza. Independientemente de que 1,5 °C siga siendo alcanzable o no, cada décima de grado importa mucho, puesto que los impactos del clima se escalan exponencialmente. Por tanto, no queda más remedio que redoblar drásticamente los esfuerzos de mitigación. La tarea que se avecina es de enormes proporciones, pero las crudas conclusiones de este documento deben servir de catalizador para reforzar la determinación mundial y corregir de inmediato el rumbo actual, pasando de las acciones incrementales a las que tienen un impacto desmesurado. Las medidas necesarias para contrarrestar esta tendencia son drásticas y deben aplicarse a escala mundial.
Pero la ambición de 1,5 °C la fija la ciencia, no la política. Cada décima de grado por encima de 1,5 °C sacará a la humanidad de un espacio operativo seguro y tendrá un costo cada vez mayor para los ecosistemas, las economías y el bienestar humano. Y aunque los esfuerzos de adaptación y resiliencia son inevitables para contrarrestar estos riesgos, serán más caros y menos eficaces con cada aumento incremental de la temperatura. Un estudio realizado en 2023 sobre diez países en desarrollo reveló que, para 2030, los costos de adaptación de cada país aumentarían entre un 60 % y un 260 % a 3,5 °C en comparación con 1,5 °C3 , y las pérdidas residuales relacionadas con el clima también aumentarían significativamente. Aunque se han hecho grandes avances, los países clave siguen alargando demasiado sus ambiciones, se comprometen a avanzar demasiado poco en esta década o luchan por crear planes de aplicación sólidos para alcanzar los objetivos que se han fijado. A pesar del aumento sustancial de los compromisos nacionales de emisiones netas cero, sólo un tercio de las emisiones mundiales están cubiertas por un objetivo de emisiones netas cero para 2050, la fecha aproximada necesaria para una trayectoria de 1,5 ºC. La brecha es aún más significativa en esta década, dado que sólo el 20% se compromete también a tomar medidas a corto plazo cercanas a lo necesario. El porcentaje de países con políticas relativamente ambiciosas para aplicar estas medidas se sitúa por debajo del 10%. Incluso algunas de estas políticas corren el riesgo de verse frenadas, como demuestran el plan del Reino Unido de conceder más de 100 nuevas licencias de extracción de petróleo y gas, la incapacidad de Francia de alcanzar su objetivo de energías renovables para 2023, el resurgimiento temporal de la energía del carbón en Europa tras la invasión rusa de Ucrania y el hecho de que Estados Unidos alcance un máximo histórico de producción de petróleo en 2023 y permita la perforación en el Ártico.
El informe destaca la necesidad urgente de realizar ajustes significativos en la lucha contra el cambio climático, enfatizando la importancia de cambiar la trayectoria actual de un aumento anual de emisiones del 1.5% a una reducción del 7%. Subraya la gravedad de la situación climática actual y la importancia de implementar medidas concretas para revertir las tendencias actuales. El informe hace hincapié en la necesidad de un cambio de rumbo fundamental en las políticas y prácticas globales para lograr reducciones sustanciales de emisiones y abordar de manera efectiva los desafíos del cambio climático, abogando por una acción inmediata y coordinada a nivel internacional.
Para leer más ingrese a:
https://www.weforum.org/publications/the-state-of-climate-action-major-course-correction-needed-from-1-5-to-7-annual-emissions/
https://www3.weforum.org/docs/WEF_The_State_of_Climate_Action_2023.pdf