En el corazón del Sahel, una de las regiones más vulnerables al cambio climático, se entrelazan desafíos y oportunidades. Esta vasta área, caracterizada por su aridez y la creciente desertificación, es el hogar de millones de personas cuya supervivencia depende de ecosistemas frágiles y cada vez más degradados. Las temperaturas, que aumentan 1,5 veces más rápido que el promedio global, no solo amenazan la biodiversidad, sino también los medios de vida de comunidades que dependen de la agricultura y la ganadería. En este contexto crítico, surge una iniciativa ambiciosa que combina restauración ambiental con soluciones económicas innovadoras: los mercados voluntarios de carbono como herramienta para financiar proyectos de gran escala.

La Gran Muralla Verde, un proyecto liderado por la Unión Africana, busca revertir los efectos devastadores de la desertificación y restaurar más de 100 millones de hectáreas de tierras degradadas a lo largo de 8.000 kilómetros que atraviesan 11 países. Pero esta visión va más allá de plantar árboles; representa un enfoque integral que abarca la reforestación, la agricultura regenerativa y la creación de 10 millones de empleos verdes. Sin embargo, el progreso ha sido lento debido a la dependencia de fondos públicos insuficientes y a un entorno político y económico complicado. Aquí es donde los mercados voluntarios de carbono se presentan como una solución innovadora, capaz de cerrar las brechas financieras y acelerar los esfuerzos de restauración al atraer inversión privada.

El potencial del mercado de carbono en el Sahel es inmenso. Se estima que la región podría capturar hasta 1.8 mil millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente, lo que representa un valor de activos de carbono de $28 mil millones al precio de mercado actual. Esta capacidad no solo es una oportunidad para mitigar el cambio climático, sino también para convertir tierras degradadas en fuentes de ingresos sostenibles. Los mercados voluntarios de carbono permiten a las empresas financiar proyectos que no solo capturan carbono, sino que también generan beneficios colaterales, como la mejora de la biodiversidad, la restauración de suelos y el empoderamiento de comunidades locales.

Sin embargo, este modelo no está exento de desafíos. Uno de los mayores obstáculos es el escepticismo sobre los proyectos de compensación de carbono. Críticas relacionadas con el greenwashing, el desplazamiento de comunidades locales y la limitada capacidad de algunas iniciativas para generar impactos ambientales y sociales sostenibles han frenado el interés inversor. Además, las condiciones climáticas extremas del Sahel, combinadas con la inestabilidad política, aumentan los riesgos para los proyectos en la región. A pesar de esto, experiencias previas han demostrado que estas barreras pueden superarse con enfoques creativos y colaborativos, priorizando la transparencia, la inclusión comunitaria y el cumplimiento de estándares internacionales.

Otro reto significativo es la exclusión histórica de los pueblos indígenas y comunidades locales en los procesos de toma de decisiones y en los beneficios de los proyectos. En el Sahel, la tierra es administrada tradicionalmente por comunidades que tienen un profundo conocimiento del manejo sostenible de los recursos naturales. Para que los mercados de carbono sean efectivos, es crucial garantizar que estas comunidades participen desde el diseño hasta la implementación de los proyectos. Esto no solo asegura su viabilidad a largo plazo, sino que también fortalece los derechos territoriales y las economías locales, promoviendo una justicia climática real.

Las estrategias de restauración también deben adaptarse a las condiciones específicas del Sahel. En un entorno donde la sequía y la erosión del suelo son constantes, las soluciones basadas en la naturaleza, como el uso de especies de árboles autóctonos resistentes a la sequía y técnicas de regeneración natural asistida, han demostrado ser efectivas. Además, la integración de la agroforestería y la gestión sostenible de pastizales no solo captura carbono, sino que también mejora la seguridad alimentaria y aumenta los ingresos de las comunidades agrícolas. Estas prácticas multifuncionales fortalecen la resiliencia tanto de los ecosistemas como de las personas frente a los impactos del cambio climático.

La gobernanza es otro pilar fundamental para el éxito de los proyectos en la región. La falta de marcos regulatorios claros y coherentes en muchos de los países del Sahel ha dificultado la atracción de inversiones privadas. Sin embargo, avances recientes en la creación de políticas nacionales de carbono y la colaboración entre gobiernos y organizaciones internacionales están sentando las bases para un entorno más favorable. La implementación de estándares de alta integridad, que garantizan la transparencia y la distribución equitativa de beneficios, es esencial para restaurar la confianza en estos mercados y fomentar una participación más amplia.

Por último, es importante destacar el papel de la tecnología y el conocimiento en este esfuerzo. Herramientas avanzadas de monitoreo, como la teledetección y los sistemas de información geográfica, permiten evaluar con precisión el progreso de los proyectos y cuantificar sus impactos. Además, la creación de redes de aprendizaje y la compartición de experiencias entre los actores involucrados, desde las comunidades locales hasta los inversores internacionales, facilitan la mejora continua de las prácticas y refuerzan la colaboración.

Para leer más ingrese a:

https://www.weforum.org/publications/the-untapped-potential-of-great-green-wall-voluntary-carbon-market-projects-unlocking-opportunities-for-sahelian-communities/

https://reports.weforum.org/docs/WEF_The_Untapped_Potential_of_Great_Green_Wall_Voluntary_Carbon_Market_Projects_2024.pdf