El panorama mundial se ve cada vez más afectado por la escalada de los conflictos regionales y los fenómenos climáticos sin precedentes, lo que reconfigura fundamentalmente las prioridades internacionales en materia de seguridad y asequibilidad energética. Las regiones rurales, que albergan aproximadamente a la mitad de la población mundial, se enfrentan a retos desproporcionadamente complejos en términos de accesibilidad a la energía, confiabilidad de las infraestructuras y sostenibilidad a largo plazo en comparación con las zonas urbanas. Los problemas de acceso a la energía son aún más graves en los países en desarrollo. Según la Agencia Internacional de la Energía, a pesar de una reducción significativa del 45 % en la pobreza energética mundial desde 2010, aproximadamente 760 millones de personas seguían sin acceso a la electricidad en 2022, lo que representa un reto persistente para el desarrollo. Además, alrededor de 2.400 millones de personas dependían de la biomasa tradicional, el carbón o el queroseno para cocinar, lo que las exponía a largo plazo a la contaminación del aire en interiores, afectando principalmente a mujeres y niños. Esta población reside principalmente en las zonas rurales de África subsahariana y en los países asiáticos en desarrollo. Incluso en las regiones con suministro eléctrico, persisten problemas como la inestabilidad en la disponibilidad de energía, los elevados costos energéticos y la excesiva dependencia de los combustibles fósiles. Por ello, los habitantes de las zonas rurales requieren con urgencia el acceso a una energía limpia, sostenible y rentable, que mejore sustancialmente su calidad de vida y contribuya a resolver los problemas de salud. Las zonas rurales también representan nuevas oportunidades para contribuir a un panorama energético nacional sostenible e impulsar un crecimiento económico innovador.
Los abundantes recursos renovables, como la energía eólica, solar y la biomasa agroforestal, son esenciales para establecer un sistema energético moderno. La expansión de las energías limpias en las zonas rurales puede ayudar a salvar la brecha de desarrollo urbano-rural al permitir el uso de energías limpias asequibles y sostenibles tanto en la producción como en la vida cotidiana. Además, el crecimiento de nuevas industrias energéticas en las zonas rurales puede estimular las oportunidades económicas y la creación de empleo, apoyando la revitalización rural y aliviando la pobreza energética. En este contexto, la transición energética rural no solo ampliará el acceso a una energía confiable, limpia y asequible, sino que también impulsará el crecimiento económico local, fomentando comunidades rurales más resistentes y prósperas. La puesta en marcha de iniciativas de transición energética rural ha revelado la persistencia de retos estructurales. La interacción de barreras técnicas, financieras y organizativas ha marginado históricamente a las comunidades rurales, limitando su participación en la construcción y el desarrollo de sistemas energéticos, en la toma de decisiones sobre estos y en las oportunidades de compartir los beneficios. Un enfoque centrado en las personas en la transición energética rural promueve la equidad energética y prioriza el bienestar de los miembros de la comunidad. Al implicar a los residentes como participantes activos e importantes en la toma de decisiones, este enfoque busca facilitar un sistema energético rural sostenible y resistente que alivie la pobreza energética y fomente la prosperidad económica.
En todo el mundo, muchos países han puesto en marcha proyectos energéticos comunitarios que fomentan la participación de los miembros de la comunidad y las partes interesadas locales, destacando el compromiso local y el reparto de beneficios. Las cooperativas energéticas rurales, organizaciones propiedad de sus miembros para gestionar colectivamente la producción y el consumo de energía, están emergiendo como actores clave en la acción climática y la transición energética en todo el mundo, reflejando una tendencia hacia transiciones energéticas centradas en las personas, participativas, impulsadas por la comunidad y equitativas. Las prácticas y la experiencia de las cooperativas energéticas en Europa, Estados Unidos y otros países demuestran que el modelo cooperativo podría ser un mecanismo eficaz para acelerar la transición energética limpia a nivel regional y nacional. Este modelo cooperativo promueve transiciones energéticas equitativas y fomenta sistemas energéticos inclusivos mediante el empoderamiento de las comunidades locales, la optimización de los recursos locales y la participación de los miembros como productores y consumidores. Además, garantiza la sostenibilidad de los proyectos a largo plazo mediante la toma colectiva de decisiones y el reparto de beneficios entre las partes interesadas. Desde hace tiempo, RMI se ha centrado en un enfoque orientado al desarrollo para una transición energética rural equitativa, situando a las personas en el centro de la transición energética rural. Utilizando teorías del cambio impulsadas por el mercado y por las empresas, RMI busca explorar modelos replicables que puedan impulsar soluciones energéticas inclusivas y equitativas en los países en desarrollo. En su informe de 2023 titulado The Rural Equitable Climate Transition toward Carbon Neutrality and Shared Prosperity, RMI analizó el potencial y los retos de la transición energética en la China rural.
Desde finales del siglo XX, China ha ampliado enérgicamente la infraestructura eléctrica en zonas que antes no estaban electrificadas, ha modernizado las redes eléctricas rurales y ha implementado reformas de precios, logrando el acceso universal a la electricidad con un sistema de precios unificado. En los últimos años, el gobierno chino ha introducido una serie de políticas y programas piloto nacionales (véase la ilustración ES7), entre ellos el Programa FV para todo el condado y el de Alivio de la Pobreza FV, para acelerar la revolución energética rural, posicionando la energía distribuida como un contribuyente crítico al plan nacional de desarrollo de energías renovables y a los objetivos de neutralidad de carbono. A finales de 2023, la capacidad instalada acumulada de energía solar fotovoltaica (FV) distribuida en China alcanzaba los 254 gigavatios (GW), lo que representaba el 42 % de la capacidad total de energía solar fotovoltaica, con la FV solar residencial superando los 100 GW. Sin embargo, la transición energética rural de China se enfrenta tanto a los retos globales comunes como a presiones únicas derivadas del rápido crecimiento de las energías renovables. En muchas regiones, los proyectos de energías renovables están dirigidos principalmente por empresas comerciales. En estos casos, las comunidades locales suelen recibir beneficios limitados, como los derivados de los tejados o el arrendamiento de tierras, quedando excluidas de un reparto más amplio de los beneficios y, con frecuencia, enfrentándose a riesgos adicionales debido a una regulación inadecuada o a un registro y archivo no estandarizados de los proyectos energéticos.
Además, las instalaciones de energías renovables han superado la demanda local y la capacidad de la red, lo que ha dado lugar a una utilización ineficiente de la energía y un aumento de los riesgos operativos. El desajuste entre la producción y el consumo de energía en las zonas rurales pone de manifiesto la urgente necesidad de transformar los modelos y escenarios de consumo energético rural para seguir el ritmo del desarrollo de las energías renovables y potenciar una transición energética rural equitativa y sostenible. En los dos últimos años, el gobierno chino ha fomentado la innovación en los mecanismos institucionales y los modelos empresariales para impulsar la transición energética rural y la revitalización de las zonas rurales, con el objetivo de superar los cuellos de botella en el desarrollo de las energías renovables distribuidas. Regiones como Zhejiang y Mongolia Interior están explorando modelos de propiedad colectiva de la energía, en los que los colectivos de las aldeas operan como entidades de inversión y gestión, consiguen financiación externa y apoyo técnico, mientras que los residentes se incorporan como accionistas, libres de la preocupación de los costos operativos, y se benefician de los ingresos excedentes de la generación de energía. Sin embargo, los proyectos comunitarios de energías renovables que emplean el modelo cooperativo siguen siendo relativamente escasos en China.
Para leer más ingrese a:
https://rmi.org/insight/toward-a-shared-zero-carbon-energy-future/
https://rmi.org/wp-content/uploads/dlm_uploads/2024/11/Toward_a_shared_zero_carbon_energy_future.pdf