Towards Common Criteria for Sustainable Fuels

Los combustibles sostenibles desempeñan un papel crucial en la transición hacia energías limpias. Estos complementan la electrificación directa y las medidas de eficiencia energética en la descarbonización de sectores cuyas emisiones son difíciles de reducir, al tiempo que contribuyen a la diversificación y seguridad energéticas. Según el escenario de emisiones netas cero para 2050 (NZE) de la AIE, la demanda de combustibles de bajas emisiones, como los biocombustibles líquidos, los biogases, el hidrógeno y los combustibles basados en hidrógeno, deberá duplicarse respecto a los niveles actuales para 2030, y volver a duplicarse para 2050. A pesar de su importancia, ninguna de las principales opciones de combustibles sostenibles está en vías de alcanzar una trayectoria neta cero. El despliegue acelerado de estos combustibles depende en parte de alcanzar un entendimiento común sobre lo que define a un combustible como “sostenible”. A nivel global, se han establecido numerosos marcos y sistemas de certificación para combustibles sostenibles. Términos como “verde”, “azul” o “avanzado” se utilizan con frecuencia para describir las características de sostenibilidad de los combustibles y diferenciarlos de sus homólogos fósiles no renovables. Sin embargo, no existe consenso internacional sobre el significado de estos términos, dado que sus definiciones suelen ser incoherentes y, lo que es más grave, no ofrecen información cuantitativa sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Este informe, elaborado en apoyo de la Presidencia brasileña del G20, explora la viabilidad y las implicaciones de establecer criterios comunes que permitan una comparación justa de los combustibles sostenibles. Analiza las similitudes y diferencias entre las normas, reglamentos y certificaciones utilizados en distintas regiones y mercados. Además, examina las intensidades de carbono típicas y el potencial de mejora en diversas vías de producción de combustibles, exponiendo consideraciones políticas para los gobiernos interesados en trabajar hacia criterios comunes para los combustibles sostenibles. Los combustibles sostenibles complementan la electrificación directa y las medidas de eficiencia energética para descarbonizar sectores cuyas emisiones son difíciles de reducir. Según el escenario NZE de la AIE, la demanda de estos combustibles deberá duplicarse respecto a los niveles actuales para 2030 y nuevamente para 2050. Facilitan la descarbonización en sectores finales como el transporte y la industria, al tiempo que fortalecen la diversificación y seguridad energéticas. Actualmente, ninguna de las principales opciones de combustibles sostenibles está en vías de alcanzar una trayectoria neta cero. Existen cientos de vías potenciales para producir combustibles sostenibles.  

 

Los biocombustibles son la alternativa más desarrollada y rentable a los combustibles fósiles. Sin embargo, se requieren esfuerzos significativos para ampliar y diversificar el suministro de biomasa sostenible, comercializar nuevas tecnologías de procesamiento y armonizar los marcos de sostenibilidad para abordar las preocupaciones relacionadas con el despliegue a gran escala. El hidrógeno tiene hoy una demanda industrial importante, pero el suministro de hidrógeno de bajas emisiones sigue siendo muy limitado. Además de aumentar la producción de hidrógeno con bajas emisiones y reducir sus costos, se requieren grandes inversiones en infraestructuras de distribución y equipos de uso final. Los combustibles basados en hidrógeno ofrecen algunas ventajas, como menores requisitos de infraestructura en comparación con el hidrógeno puro, pero su producción es más costosa y su ampliación está limitada por el acceso a fuentes de CO2 de bajo costo y bajas emisiones (excepto en el caso del amoníaco, que no contiene carbono). En la 28ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), celebrada en Dubái, los gobiernos reconocieron la necesidad de que las emisiones del sector energético alcancen el nivel cero neto en 2050. Los objetivos intermedios para 2030 incluyen triplicar la capacidad mundial de energías renovables y duplicar el ritmo de mejora de la eficiencia energética. Otros objetivos consisten en abandonar los combustibles fósiles de forma justa, ordenada y equitativa; acelerar el uso de tecnologías emergentes, como el hidrógeno bajo en carbono y la captura de carbono; y reducir las emisiones del transporte mediante el desarrollo de infraestructuras y el rápido despliegue de vehículos de emisiones bajas o nulas. Este informe también examina las implicaciones de establecer criterios comunes para la comparación justa de combustibles sostenibles en distintas regiones y mercados, analizando las diferencias en normas, reglamentos y certificaciones de combustibles de bajas emisiones. Asimismo, explora las intensidades de carbono típicas y las mejoras potenciales en diversas vías de producción. La sustitución de los combustibles fósiles por combustibles de bajas emisiones es clave para la transición hacia una energía limpia, especialmente en sectores difíciles de descarbonizar. Dada la variedad de costos, disponibilidad y desafíos regulatorios que enfrentan los diferentes combustibles, se debe promover una amplia gama de vías sostenibles para 2030, considerando sus características distintivas.  

 

Esto requiere un esfuerzo coordinado a nivel mundial para desarrollar y comercializar tecnologías, construir plantas de producción, apoyar la innovación, establecer normas comerciales justas y garantizar una competencia leal mediante evaluaciones de sostenibilidad transparentes. La sostenibilidad de los combustibles es una consideración cada vez más relevante para los reguladores, pero los criterios sobre lo que hace que un combustible sea “sostenible” varían según los marcos de evaluación. Términos como “verde”, “azul” o “avanzado” son empleados con frecuencia para describir la sostenibilidad de los combustibles y diferenciarlos de sus equivalentes fósiles no modificados. Sin embargo, no existe un consenso internacional sobre el significado de estos términos, y lo más preocupante es que no suelen proporcionar información cuantitativa sobre las emisiones de GEI. Las evaluaciones de sostenibilidad suelen constar de dos elementos principales: el primero establece un objetivo mínimo de reducción de emisiones de GEI en comparación con los combustibles fósiles, o un tope de emisiones totales a lo largo de la cadena de suministro; el segundo examina factores no relacionados con los GEI, como el impacto en la biodiversidad (en el caso de los biocombustibles) o condiciones del sistema, como garantizar que el suministro de electricidad renovable esté alineado con la demanda de hidrógeno electrolítico. Aunque los marcos existentes comparten algunos puntos en común en cuanto a alcance, límites del sistema y vías de producción, difieren en umbrales y metodologías, lo que puede fragmentar el mercado. También puede ser difícil verificar y documentar el cumplimiento de los requisitos de sostenibilidad de manera que satisfaga a los inversores. Para aumentar la transparencia, atraer inversiones y garantizar un nivel básico de interoperabilidad entre mercados y regulaciones, es esencial contar con definiciones claras basadas en metodologías ampliamente aceptadas y estandarizadas. 

 

El informe se centra en la necesidad de establecer criterios comunes que permitan realizar comparaciones justas de los combustibles sostenibles en diferentes regiones y mercados. Este trabajo, realizado en apoyo a la presidencia de Brasil en el G20, examina las similitudes y diferencias entre los estándares, regulaciones y certificaciones actuales para combustibles de bajas emisiones. Además, revisa las intensidades de carbono típicas y el potencial de mejora de diversas vías de producción de combustibles, ofreciendo consideraciones políticas para los gobiernos que deseen avanzar hacia criterios comunes. El informe destaca que los combustibles sostenibles son fundamentales para las transiciones energéticas limpias, complementando la electrificación directa y las medidas de eficiencia energética en sectores donde las emisiones son difíciles de reducir. Se enfatiza la importancia de un enfoque gradual en la implementación de criterios, sugiriendo que establecer umbrales extremadamente bajos desde el principio podría obstaculizar el desarrollo tecnológico y aumentar los costos, lo que a su vez podría ralentizar el progreso en la reducción de las emisiones globales de combustibles. Además, el documento subraya que la intensidad de gases de efecto invernadero (GEI) en la cadena de suministro proporciona una base sólida para comparaciones transparentes y justas. A pesar de la existencia de múltiples estándares y regulaciones, se identifican tanto las similitudes como las diferencias significativas que deben abordarse para facilitar un marco común. En última instancia, el informe busca fomentar un entorno que permita la inversión y el aprendizaje en tecnologías emergentes, asegurando que una amplia gama de soluciones con menores emisiones que los combustibles fósiles no tratados pueda desempeñar un papel en la transición energética. 

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