La transición energética es uno de los pilares de las políticas públicas globales, sin embargo, no es un proceso uniforme y único para todos, sino todo lo contrario. Cada país debe definir el proceso que logre un beneficio óptimo para su sociedad generando seguridad energética, un servicio confiable y de calidad.
Estudios de la Agencia Internacional de Energía (AIE), identificaron una serie de elementos que deben tener en cuenta los hacedores de política pública y tomadores de decisiones que permitan fortalecer el proceso y lograr su efectividad y cumplimiento de objetivos a nivel global, que implican inversiones, garantizar la seguridad energética, la sustitución de fuentes energéticas, evaluar y controlar las nuevas vulnerabilidades y lograr que los mercados funcionen.
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