Transformar el sector de la construcción residencial es un desafío enorme, pero también una oportunidad clave para contribuir a la descarbonización global. En un mundo que está cada vez más consciente de la crisis climática y sus efectos, construir viviendas sostenibles y modernizar las que ya existen se ha vuelto esencial. Estas estrategias no solo ayudan a reducir emisiones de carbono, sino que también mejoran la eficiencia energética y crean viviendas más accesibles y resistentes. Pero lograrlo requiere repensar las prácticas tradicionales de construcción, adoptando tecnologías avanzadas y métodos más eficientes para alcanzar objetivos sostenibles a gran escala. Un concepto clave aquí es el de los edificios zero-carbon aligned, es decir, aquellos que no dependen de combustibles fósiles, operan con sistemas eléctricos súper eficientes y utilizan energías renovables. Este enfoque es el nuevo estándar para la construcción del futuro. No solo diseñar nuevas viviendas bajo estas condiciones, sino también transformar las que ya existen. Desde cambios simples, como reemplazar electrodomésticos y sistemas de calefacción, hasta renovaciones profundas que mejoran el aislamiento, las ventanas y los sistemas de ventilación. El resultado no solo reduce emisiones, sino que también ofrece entornos más cómodos, saludables y resistentes para quienes los habitan.
Actualizar cómo construimos es otro punto crucial. Métodos como la prefabricación y la construcción modular están cambiando las reglas del juego, hacen que los procesos sean más rápidos, los costos más bajos y los residuos mucho menores. Además, estas técnicas son ideales para satisfacer la creciente demanda de viviendas asequibles y sostenibles, algo especialmente importante en un mercado donde escasea la mano de obra calificada y los materiales son costosos. Y no es solo eficiencia también se mejora la calidad de las construcciones, se reducen interrupciones en las ciudades y se disminuye el impacto ambiental. Pero no todo es tan sencillo. Cambiar a un modelo de construcción y renovación alineado con el cero carbono trae consigo bastantes retos. El sector está fragmentado, faltan incentivos claros y algunos actores de la industria son reacios a cambiar. Por eso, necesitamos políticas públicas que impulsen el uso de tecnologías limpias, promuevan la electrificación y ofrezcan incentivos financieros para que estas inversiones sean viables. Además, este esfuerzo debe ser colectivo; fabricantes, contratistas, desarrolladores, gobiernos y otros actores tienen que colaborar, compartir conocimientos y trabajar hacia metas comunes.
La tecnología también tiene un papel crucial en esta transformación. Herramientas como los modelos de información de edificios (BIM) y las simulaciones avanzadas permiten optimizar el diseño desde el principio, asegurando que las viviendas cumplan con los estándares esperados. Además, facilitan la planificación de renovaciones y ayudan a monitorear el rendimiento de los edificios durante toda su vida útil, detectando oportunidades de mejora para garantizar su sostenibilidad en el tiempo. Los impactos de este cambio van más allá del medio ambiente o la energía, también tienen un fuerte componente social y económico. Por ejemplo, crear viviendas más eficientes y asequibles reduce los costos de operación para las familias y mejora el acceso a viviendas de calidad para las comunidades más vulnerables. Al mismo tiempo, modernizar el sector de la construcción genera empleo, fomenta el desarrollo de nuevas habilidades y fortalece la economía local. Estos beneficios son especialmente importantes en comunidades marginadas, que pueden aprovechar esta oportunidad para integrarse en una economía más justa y sostenible.
La electrificación de las viviendas, junto con mejoras en eficiencia energética, también ayuda a aliviar la presión sobre las redes eléctricas. Los edificios diseñados para interactuar de forma inteligente con el sistema eléctrico, ajustando su consumo según la demanda, contribuyen a estabilizar el suministro y facilitan la integración de energías renovables, como la solar y la eólica. Esta flexibilidad es clave para una transición energética más equilibrada y sostenible. Sin embargo, no basta con resolver lo técnico; también hay que garantizar que estas estrategias sean económicamente viables y socialmente aceptadas. La educación y la sensibilización de los consumidores son fundamentales, las personas necesitan entender los beneficios y costos de estas soluciones para adoptarlas. Y, claro, no todas las regiones y comunidades tienen las mismas necesidades. Es crucial adaptar estas estrategias globales a las realidades locales, respetando las características culturales, climáticas y económicas de cada lugar.
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