FRAMEWORK OF THE FUTURE: Evolving policy trends and the future of the energy industry

El mundo energético está en una fase de transición sin precedentes, en la que la adaptación y evolución de las políticas desempeñan un papel central para abordar los desafíos actuales y futuros. En este contexto, el equilibrio entre políticas estables y flexibles se vuelve esencial para mantener un enfoque sólido pero adaptable ante las rápidas transformaciones del mercado, los avances tecnológicos y los cambios en las demandas sociales. La integración de las políticas energéticas, climáticas y económicas es vital, ya que estas áreas no pueden abordarse de manera aislada. La seguridad energética, la eficiencia en el uso de recursos y el crecimiento económico sostenible deben ser objetivos concurrentes dentro de un marco político común. Este enfoque integrado es particularmente necesario para la transición hacia un mercado energético más verde, donde la descarbonización y la digitalización impulsan la necesidad de soluciones innovadoras y colaborativas.

La evolución de las políticas energéticas ha mostrado una tendencia hacia la implementación de subastas de energías renovables, sustituyendo gradualmente a las tarifas feed-in que antes dominaban la escena. Esta transición ha permitido acelerar el crecimiento y la escala de las energías renovables, lo que demuestra que, aunque las políticas puedan cambiar en cuanto a sus herramientas, el objetivo de fomentar las energías limpias se mantiene constante. Sin embargo, el camino hacia la descarbonización enfrenta obstáculos significativos, entre ellos la falta de una implementación efectiva de políticas, la insuficiente inversión en tecnologías emergentes como el hidrógeno verde o la captura de carbono, y la inestabilidad de las cadenas de suministro. La pandemia, los conflictos geopolíticos y la inflación han exacerbado estos problemas, llevando a muchos países a priorizar la seguridad energética y la capacidad de producción local, a menudo en detrimento de la sostenibilidad ambiental. Esto refleja la complejidad de la política energética contemporánea, donde el equilibrio entre las metas climáticas y la estabilidad económica sigue siendo difícil de lograr.

Uno de los mayores retos actuales es la desconexión entre los objetivos de emisiones netas cero y la realidad de la implementación de nuevas infraestructuras energéticas. Existe un escepticismo significativo sobre la viabilidad de alcanzar estos objetivos, ya que solo una minoría de actores del sector energético considera realistas los actuales compromisos de descarbonización. Esto sugiere que, si bien las metas son ambiciosas, la velocidad del progreso es insuficiente para abordar de manera efectiva la crisis climática. De hecho, el establecimiento de objetivos poco realistas puede resultar contraproducente, fomentando una cultura de apatía y desconfianza ante el fracaso repetido de alcanzarlos. Al mismo tiempo, objetivos demasiado relajados podrían retrasar la transición energética, lo que aumentaría el riesgo de impactos climáticos severos. Por lo tanto, es crucial encontrar un punto medio en el que los objetivos sean ambiciosos pero alcanzables, lo cual requiere una colaboración más estrecha entre los legisladores y el sector privado, que a menudo es el encargado de implementar las políticas.

La política energética global también está marcada por la necesidad de desarrollar un mercado de carbono más unificado y efectivo. La implementación de precios al carbono y esquemas de comercio de emisiones (ETS) se considera un componente esencial para redirigir inversiones hacia tecnologías más limpias. A pesar de los avances en la cobertura de las emisiones globales mediante estos mecanismos, la falta de precios suficientemente altos ha limitado su impacto en la reducción de gases de efecto invernadero. La posibilidad de que algunos países se vean obligados a aumentar rápidamente los precios del carbono presenta desafíos adicionales para las empresas del sector energético, que en su mayoría no están preparadas para cambios abruptos en los costos del carbono. La fragmentación de las estrategias de fijación de precios del carbono también crea riesgos de fuga de carbono y desventajas competitivas para las regiones con medidas climáticas más estrictas. Sin embargo, existen mecanismos como el ajuste en frontera de carbono de la Unión Europea, que busca abordar estos problemas al imponer un precio justo al carbono emitido durante la producción de bienes importados. Aunque estos enfoques pueden mitigar la fuga de carbono y preservar la competitividad, también conllevan riesgos de disputas comerciales y dificultades económicas para los países menos desarrollados.

El avance hacia un mercado energético más sostenible también se enfrenta a barreras políticas y económicas significativas. Las políticas energéticas, aunque necesarias para guiar la transición, pueden verse obstaculizadas por la inestabilidad política, la falta de apoyo gubernamental y la carencia de financiación. La incertidumbre política, incluidas las elecciones, los cambios de régimen y la ambigüedad en las políticas, es percibida como una amenaza importante para el éxito de las organizaciones energéticas en el futuro cercano. De hecho, muchos ejecutivos del sector consideran que los cambios en la política energética podrían tener un impacto adverso en la estrategia de sus organizaciones. La polarización política en países como Estados Unidos exacerba esta incertidumbre, ya que las prioridades energéticas y climáticas pueden cambiar drásticamente con un cambio de gobierno, lo que afecta la confianza de los inversores y la estabilidad del mercado.

La digitalización y la descarbonización van de la mano en la transición energética, y las políticas deben estar diseñadas para apoyar ambos aspectos de manera simultánea. La digitalización de la infraestructura energética, incluida la implementación de redes inteligentes y tecnologías de respuesta a la demanda, es clave para mejorar la eficiencia y facilitar la integración de fuentes renovables. Sin embargo, el avance de estas tecnologías requiere políticas que fomenten la inversión en innovación y garanticen la seguridad de la infraestructura digital, especialmente en lo que respecta a la ciberseguridad. A medida que los sistemas energéticos se vuelven más interconectados y dependientes de tecnologías digitales, la protección de datos y la seguridad cibernética se convierten en prioridades esenciales para asegurar una transición energética confiable y sostenible.

A medida que los países continúan desarrollando sus políticas energéticas, es evidente que la integración y la alineación con otros sectores son fundamentales para el éxito. La política energética debe ser parte de un plan a largo plazo que incluya la política industrial, económica, ambiental y exterior, creando incentivos para fomentar la demanda interna mientras se desarrolla la capacidad de la cadena de suministro. Un ejemplo notable de esta integración es la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos de 2022, que combina objetivos de descarbonización con estrategias económicas más amplias, como la resiliencia de la cadena de suministro, la manufactura nacional y la seguridad nacional. Este enfoque integrado, que también prioriza la equidad para asegurar una transición justa, representa una forma efectiva de fomentar un progreso más rápido y sostenido hacia un futuro energético más limpio y equitativo.

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